27 diciembre 2007
25 noviembre 2007
14. Efectivamente hay cosas imperdonables. Y una tiene el perfecto derecho a tener rabia y a no perdonarlo todo. La canonización es para gente que puede vivir sin sexo.
22. Vivir mirando el pasado es como esperar micro de espaldas a la calle: en ese intertanto, sin que lo notemos, pueden pasar varios recorridos que nos habrían dejado mejor que el recorrido que perdimos.
04 noviembre 2007

Estábamos almorzando en una de las oficinas blancas de la revista frente a frente cuando le conté a la Paulina que vivía desde siempre en el centro, en una de esas horribles torres de cemento. Entonces ella, la amiga periodista que conocí en la Zona de Contacto y luego me reencontré en Paula, levantó la vista y me escudriñó como si los recuerdos le hubieran encajado súbitamente. ¿Tú eras? ¿Eras mi vecinita rubia? La Paulina se había acordado de una infancia compartida en esos pasillos oscuros, en ese patiecito de pasto y el parque San Borja. De una niña rubia que salía con vestidos de colores y muñecas bajo el brazo y que ella junto con su hermana miraban dese lejos, queriendo ser sus amigas. La Paulina me dijo que con su hermana, cuando todas éramos unas pitufas, creían que algún día yo sería Miss Chile. Todo por mi color de pelo. Entonces las dos nos reímos a carcajadas por la apuesta no cumplida y comprendimos que nos conocíamos desde mucho antes de lo que habíamos creído. La Paulina estaba ahora en la revista en una misión imposible: armando solita, como hormiga, la página web de Paula. Hasta que hace unas semanas, lo logró. Mérito suyo absoluto. La página ya está arriba, bella y precisa como ella, flotando en el ciberespacio. Pueden verla y postear en http://www.paula.cl/
También ahí, podrán encontrar en formato PDF mi último reportaje: la emocionante historia de sobrevivencia de María Gabriela Alvarado, la mujer que fue quemada viva por su pareja embaraza de ocho meses. Su guagüita, Milagros, y ella ya están bien. Hace unas semanas en Punta Arenas, recién saliendo de su pesadilla, me contó su historia para que otras no pasen por lo mismo, para alertar, denunciar y espantar sus fantasmas. Desde acá, mis cariños y agradecimientos por la confianza, el tiempo, la sinceridad y su dulce fortaleza. En el link La Maté porque Era Mía, usted puede encontrar Salvada del Femicidio. Lejos, lo que más me ha gustado de las cosas que he hecho este año.
(En las fotos, Paulina Cabanillas, mi talentosa amiga editora de Paula.cl y María Gabriela conmigo en su casa de Punta Arenas)
29 octubre 2007

07 octubre 2007
Por Pepa Valenzuela
La Xime apenas alcanza los pedales de la camioneta full equipo que su papi nos pasó para venirnos a La Serena. Pisa el acelerador y el freno en las curvas con la puntita de los pies mientras damos vueltas por cerros inhóspitos, bordeando el embalse La Paloma. Llevamos una hora de viaje y de juego de trivia. Mientras la Xime maneja, vamos preguntándonos puras estupideces que la cultura pop nos dejó como dato Rossa en el cerebro para entretenernos: el contenido de la bolsa del doctor Chapatín (una torta de jamón), nombre real de Florcita Motuda (Raúl Alarcón) y de Chayanne (Elmer Figueroa). Menos mal ya estamos cerca de Huatulame. Allá nos espera May con su novio oriundo de Huatulame, Mario, para un asado familiar pre fiestas patrias. Mario dijo que tendría un cordero al palo enterito y que Huatulame, un pueblito perdido en la cuarta región que significa en un idioma ancestral Entre Cerros, existe y que además, es de lo más entretenido que hay. Y claro, nosotras santiaguinas descreídas, teníamos serias dudas al respecto. Por eso hoy, vamos a comprobarlo con nuestros propios ojos.
Dos, tres casas a lo lejos y frenamos al lado del camino. Al instante, Mario aparece aleteando al volante arriba un auto embarrado con nuestra amiga de copiloto. “¿Ven? Huatulame existe”, nos grita orgulloso y luego acelera para guiarnos hasta su casa de campo, rodeada de viñas bajo las que su familia, una tropa de amigos y huatulaminos for real, brindan con pisco sours. La Xime y yo nos miramos: Huatulame es real y además es fantástico. Hay un animal quemándose a lo lejos sobre las brasas, la mesa está llena de ensaladas, vinos y una ponchera de pisco sour bien fuertón y las cumbias-rancheras salen a todo lo dar de la radio instalada en el patio. Welcome Huatulame. En la fiestoca está la directora de la escuela de Huatulame que en un dos por tres nos cuenta sobre su vida y obra, un hombre curtido por el sol que da vueltas el cordero e insistentemente me dice “Quenita” y me pregunta por un tal Iván, los interactivos papás de Mario, chochos con tanta visita, una francesa que no cacha dónde está parada, un puñado de santiaguinos con pinta sport y una niña de botas con pompones que rápidamente me agarra la mano y me pide que la peine con un cepillo. La peino y luego ella me peina. Todos bailamos cumbias y tomamos vino. Comemos mote con huesillo y después torta de chocolate mientras el sol empieza a esconderse en Huatulame. Pero Mario nos tiene una última sorpresa y nos enseña su última adquisición silvestre: un tractor azul a escala nuevecito de paquete. Entonces todos se apelotonan alrededor del tractor para dar una vueltecita. La May frunce el ceño, amenazante. No quiere que Mario nos lleve medio copeteado arriba del aparato rural. Pero Marito es un entusiasta y comienza en tour en grupos. Hasta que por fin, nos toca a la Xime y a mí. Nos encaramamos cada una arriba de una rueda, abrazamos a Mario, agarramos vuelo por debajo de las viñas y sus filudos alambres hasta que de repente ¡paf! vamos hechas un cuete sobre el tractor. “¡Para Mario!”, grita la Xime. “¡Wild on Huatulame!”, grito yo. Entonces de nuevo ¡paf! Marito está tendido boca al cielo. El tractor se detiene. Un alambre lo paró en seco y tengo miedo de mirarlo a la cara. Con la Xime nos damos vuelta y lo vemos: Mario sangra desde la frente hacia abajo y tiene un feroz tajo entre los ojos. “Mírame Pepa, ¿tengo los dos ojos?”, me pregunta él. “Sí, sí, ahí están”. Entonces Marito, sangrante y aliviado, sigue manejando su tractor con la frente hecha pebre, feliz de no haber quedado tuerto durante este rally. Un rato más tarde, Sergio, el Samu de hecho en estos casos, vuelve con Mario desde la posta de Huatulame y cuenta que el paramédico estaba más huasqueado que el mismísimo herido. La May no lo encuentra chistoso. Nada de chistoso. Nosotras, nos vamos asustadas y medio saltonas después de la aventura. Y la Xime, que apenas alcanza los pedales de la camioneta full equipo de su papi, se devuelve despacito esta noche por los cerros nortinos.
09 septiembre 2007
11 agosto 2007

El avión se demorará trece horas en llegar a Madrid. Trece horas es mucho tiempo para mí. Nunca he viajado tanto, menos arriba de un avión que para mala suerte mía, va repleto. La fila para acomodarse adentro avanza lento. Van alemanes albinos, familias españolas, harto chileno sonriente y muchos niños, más de lo que quis

Mi amigo dominicano
La Cata fue la que trajo a Jose a mi vida. Estábamos con la Andrea y la Cata de vacaciones en Punta de Cana. Rascándonos el ombligo, tomando piña colada debajo de palmeras y quemadas hasta las orejas. Hasta que una noche, afuera de una discoteque reggaetonera, Jose se nos acercó. O sea, se le acercó a la Cata. Jose cayó fulminado con su cabellera rubia, su escote descarado y su vocabulario de señorita bien. Y se nos sumó al viaje, contándonos sobre la situación política de su país, la pobreza de los vecinos haitianos y bailes caribeños. Jose era abogado, presidente de la Juventud del Partido Socialista en su país y había estado al borde de la muerte hacía menos de un año. Mientras estaba en el campo de su familia, lo agarró una bala perdida que le entró por la pierna y le salió por la espalda, muy cerca del corazón. Nunca supo quién
El guardaespaldas
Llevo un bolso negro a mis espaldas lleno de regalos, una maleta que debe pesar más de veinte kilos y una cartera gigante colgada al cuello. Cada cinco pasos, descanso. Me duelen los hombros y no sé cómo diablos voy a llegar al aeropuerto de Bruselas con tanto cachivache. Pero al menos ya estoy en la estación de trenes que me llevará hasta ahí. Vamos a ver ahora cómo me las arreglo para subir al vagón con esta pila de cosas que acarreo. El tren llega puntual. Europa da gusto con lo ordenadita que es. Dejo que se suban los otros pasajeros y comienzo con la carga. Una maleta arriba. La segunda, a medias. Hasta que frente a mis narices, aparecen dos brazos tatuados y musculosos que agarran mi primer equipaje como si pesara una pluma y lo sube al compartimiento. “I can help you” me dice el hombre rudo con un tono francés. Lo miro de arriba abajo. Es pelado al rape, viste una sudadera punga, tiene los dientes chuecos y una decena de tatuajes. Parece un pirata. Y lo peor del caso, es que va con otro pirata igual que él en el tren. Le sonrío y le doy las gracias, pero tengo miedo. Aquí fregué, pienso. Éste es un lanza a la francesa y me va a robar

04 agosto 2007

21 julio 2007
12 julio 2007

19 junio 2007

29 mayo 2007
JUVENTUDES COLUMNISTAS
Del servicio de inutilidad pública, Pepa informa: En unos días más vuelvo al hogar calientito de la Zona (www.zona.cl) Vuelvo, amor vuelvo, para hacer el taller de Juventudes Columnistas y enseñarles a todos los teen entre 14 hasta 18 años (19 con suerte) a escribir columnas como Dios manda e intentar ayudarles a buscar su voz propia. Por eso, este post es para ellos: escolares del país que escriban, lean y rayen con publicar sus historias y quieran aprender, escríbanme a pepitavalenzuela@gmail.com mandándome su edad, nombre completo, algún contacto donde pueda pillarlos y la mejor columna que sean capaces de escribir. En una de esas, si le ponen tinca, pueden ser parte de la Juventud Columnista 2007 de la Zona de Contacto. Una experiencia totalmente recomendable: ahí pueden publicar sin censuras, conocer gente con sus mismos intereses y empezar un camino de forma amena, agradable y sin pagar ni uno por los conocimientos que van a adquirir. No es malo. (Y usted, si está pasadito los veinte, pero conoce pingüinos talentosos en el arte de las letras, no sea avaro y cuéntele de esta invitación) Recibo propuestas y columnas hasta el martes 5 de junio, es decir, todo debe hacerse ahora ya. Suerte a todos y nos estamos viendo.
13 mayo 2007



20 abril 2007

TINTA ROJA
16 abril 2007

PIEL DE JAGUAR
El baño es una nube de humo de cigarro y ceniceros llenos a estas horas de la tarde en la revista. Quedan pocas chicas sentadas frente a sus computadores. Afuera, ya está oscuro. Desde la ventana del baño, se ve el Metro volando a lo lejos. La Mona cierra la puerta, enciende una vela con olor a vainilla y me toma la mano. Mira las líneas rectas, marcadas en mis palmas rosadas y yo espero. Entonces me suelta una verdad a la que le he hecho el quite por años en la cara. La Mona dice que tengo una masa informe de miedos y rabias. Que un abandono con cuerpo de hombre me dejó la psiquis marcando ocupado y que necesito sacar esas cosas afuera para volver a la vida que tenía. Que soy una ostra temerosa de que le hagan daño y por eso, a veces reacciono con desprecio. Con indiferencia iracunda frente a cualquier pantalón que se me acerque. La Maca, que está sentada a mi lado fumando, me levanta una ceja con cara de te lo dije. Hace un par de días, las dos estábamos pintarrajeadas y felices de pisco sour, bailando canciones del año de la pera en medio de una fiesta repleta, saltona y recargada. No nos separamos en toda la noche. No nos perdimos el rastro. En el único descanso, un tipo de camisa blanca me ofreció ron con coca cola y yo, le respondí con la punta del zapato. Lo miré feo. Creo que también lo insulté. "Eres una pesadita", me dijo la Maca, medio avergonzada. Pero yo, embutida en mi polera aleopardada, seguí rugiendo un par de minutos más, furiosa e inalcanzable. Al final de la fiesta, al único hombre al que traté bien y que incluso besé en la mejilla con auténtico cariño, fue a un travesti moreno que, disfrazado de conejita de pascua, me regaló unos petazetas y un huevito de chocolate. "Toma, por regia", me dijo él. "Toma, por amorosa", le dije yo y le di un abrazo a esa conejita pascuera de más de dos metros de alto. A menudo pienso que los gays y los travestis son los únicos hombres en los que se puede confiar. Esa noche, me quedé dormida pensando en eso. Afirmando mi arbitrariedad en un error.
Pero ahora la Mona mueve la cabeza para los dos lados. La Maca también. Los traumas de mi mano me delataron y estoy sin argumentos. En el fondo, donde todavía me queda un saldo de cordura, yo también sé que estoy mal enfocada. Que no puedo andar con una lanza en mano atravesando hombres porque sí. Muy de tigresa serán mis disfraces, pero en realidad no soy más que una gata arisca que se escabulle de los demás por miedo. Y sí, por rabia. Por la furia de saber que por un par de culpables, meto inconscientemente y sin quererlo, en el mismo saco mental a pecadores e inocentes. Porque alguien me convirtió la inocencia en un tractor demoledor de personas. Y sobre todo, porque sé que jamás recuperaré a la niña que se lanzaba con los brazos abiertos al vacío. Y ese es un luto injusto, que no debiera llevar. Simplemente no lo merecía. No me tocaba a mí. A veces estoy segura de que hubo un cortocircuito allá arriba y se equivocaron en el envío de desgracias. O que hubo una caída del sistema de compensaciones. Pero el asunto es que haya sido lo que que fuera, ya no saco nada con averiguarlo. Lo único que puedo hacer, para variar, es hacerme cargo de esta madeja, desenredarla y convertirla de nuevo en lana pura con la que pueda volver a tejer.
Soplo la vela de vainilla para que esta vez así sea.
28 marzo 2007
24 febrero 2007

La Maca me había pedido una foto, una firma y las ganas. Pero hasta que no estábamos en el tercer piso del Casino de Viña del Mar y Cristalito, el único fotógrafo rubio natural de la revista, sacó su mega cámara, no supe en el tete en el que estaba metida. Lo cierto es que estaba ahí: sin haber ido jamás a una noche del Festival de Viña ni como calcetinera, ahora tenía una acreditación de prensa por obra y gracia de la Maca, mi dulce amiga de la revista de chicas para la que escribo, y para ser franca, para hacer una pega chiquita que justificara el pique. La idea era gestionar algunas entrevistas, pero sobre todo, vivir en primera persona la batahola festivalera desde la trinchera de los colegas. Esos mártires de las comunicaciones que trabajan como perros, duermen con suerte cuatro horas y cada noche de Festival se llevan una pifiadera de aquellas cuando los presentan. La gente no tiene idea cómo se sacan la mugre. Yo, desde mi humilde y cómoda pega de suplementos, les saco el sombrero. Si tuviera recursos, les hago un monolito y les prendo velas. Les juro.
El asunto es que con mi grabadora en mano, los únicos zapatos de taco decentes que tengo, vi circular a todos y de todo. A la tía Coty, que ya había entrevistado para la revista colorinche, y su peinado enlacado. A Amalia Granata (que a todo esto es una chiquitruca que me llega a la cintura) con un vestido bien rasca y su invitación falsa; a Marlen y su vestido rococó que yo encontré de lo más Nina Richie que había, a Sergio y Tomka por culpa de quienes me separaron a punta de empujones de Cristalito y cómo no, a Cecilia Bolocco y su mínimo vestido. Nada que decir: se veía guapísima. Al lado de ella, cualquiera parece Bob Esponja. Yo, me sentí toda la maldita noche de estrellas delgadas y embetunadas, como Barney. Barney versión notera simpaticona. Entrevisté a todos, por puras cabezas de pescado. Me saqué una foto con Hotu – y no me siento una cuma por amarle profundamente a él y su isla – y él me dio un piquito. Camiroaga me regaló un chocolate y por un segundo me miró a los ojos. Qué más podía pedir. En realidad ya me sentía pagada por la ola de guateos laborales y reportajes caídos por culpas ajenas, pero tuve un poco más: con la Maca y Cristalito volvimos a la noche de Tom Jones a Viña. Cantamos, trabajamos otro poco, fotografiamos a algunos fanáticos y esperamos a Los Bunkers. Y luego, nos juntamos con Leo Can y sus amiguitos de Emol a carretear después de que ellos, subieran sus textos, imágenes y videos. Terminamos en la azotea del O´Higgins tomando roncolas, fumando los pocos cigarros que nos quedaban y viendo el amanecer viñamarino mientras Cristalito nos tomaba fotos que claramente podrían arruinar mi vida. Pero por un día, dos noches, me olvidé de las trabas que me tienen con una pena negra en Santiago y entendí que aunque nada me haya resultado desde hace algunas semanas, soy una afortunada por estar donde estoy y tener el trabajo que tengo. De tanto ver colegas barriendo el piso con la lengua, tomando café, luchando en medio de masas humanas, juntando firmas por las restricciones a su trabajo, votando con energías renovadas por la reina, atentos a sus equipos, sin bajar la guardia, me sentí una vaca malagradecida. Porque yo tengo el lujo del tiempo y la libertad para decidir dónde estar. Al lado de ellos, soy una Lady Di del periodismo. Mientras hay demasiados en la galucha, yo estoy en platea – qué pituca y fifí me sentí al percatarme de eso – y por eso finalmente tuve que darme con una roca en los dientes por despotricar por mi mala suerte. Si al final, para qué estamos con cosas, nunca falta la hadita madrina que me pega una sacudida cuando estoy metiendo las patas. Gracias Maca, por favores concedidos.
13 febrero 2007

PAJARITOS EN LA CABEZA
05 febrero 2007

25 enero 2007
15 enero 2007

¿Recuerdan que les conté que estaba en una lucha ciudadana? Bueno, esto publiqué en diciembre en Paula. Más abajo, después del texto publicado, los actualizo sobre los últimos detalles de esta pelea de clase media de medio pelo. (Y sí, la foto es posera, pero es la única que tengo de mis torres queridas y añejas)
El resort de los mendigos
“Soy una vecina C3 a quien nadie pesca. Vivo en la única torre de las Torres San Borja que no está enrejada. Como consecuencia, hace más de un año se vinieron a alojar una treintena de indigentes curagüillas debajo de ella. Duermen, cagan y mean en mi entorno todas las noches y el domingo completo, justo debajo de mi departamento, en la zona techada donde están los locales comerciales. Y me tienen hasta la tusa. Yo lamento un montón la pobreza, pero no avalo que nadie le cague la vida al resto. Y eso es lo que ellos hacen aquí: se pelean a botellazos y dejan huellas de sangre en los pastelones. Los viernes y los sábado hacen grandes eventos bailables hasta las tantas, con la música a todo chancho. A veces me despiertan los berridos de una tipa que se agarra con su peor es ná o los chillidos de una mujer arrastrada por el pavimento. O sea, ahora el barrio es una película de terror. Además, como van al baño en la entrada de mi edificio y en la de todos los locales –un laboratorio médico de la UC, entre ellos– hay enjambres de moscas. Tengo que andar con la boca cerrada para no tragármelas.
Aparte de todo, estos tipos están mejor atendidos que en un resort. Los estudiantes de la Universidad Católica les traen desayuno y las almas caritativas del Hogar de Cristo les dan comida de noche. Están tan regaloneados por gente que, por supuesto, no tiene la desgracia de vivir aquí, que no piensan en irse.
Los medios siempre hablan de este tema desde el punto de vista de los pobres mendigos y aseguran que los vecinos no quieren hablar. Pero yo sí quiero. Voy a empezar una guerra en la que pasaré de solicitar un entrevista con el alcalde Alcaíno hasta a amenazar de muerte al administrador de mi edificio que se niega a levantar la reja aunque la mayoría de los vecinos hayamos firmado a favor. Voy a joder y a joder, porque este tema está sacando fuera a la neonazi que llevo dentro”.
Extras, extras:
- Después de publicar esto y sentirme igual que Aló Pepa, fui a Ciudadano Zero a despotricar en contra de la Muni por no ayudarnos. Un tipo de Hogar de Cristo me escuchó y me llamó para decirme que ellos ya no ayudaban en este sector porque 1. descubrieron que así no ayudaban a los indigentes, que sólo los acomodaban más en su situación y 2. descubrieron "sobreayuda", es decir, varias fundaciones y ongs que traen comida, ropa, etc. El Hogar de Cristo calcula que esta gente recibe más de siete comidas en una noche y que hasta la botan.
- Una semana antes de Navidad, una pareja de indigentes atacó con un cuchillo a uno de mis vecinos. Llamamos a los pacos, llegaron dos horas tarde y no se pudieron llevar detenido al agresor porque obviamente ya no tenía el cuchillo en su poder. En medio del tumulto vecinal, apareció un voluntario de una fundación que nos echó la foca a nosotros, los vecinos. Dijo que éramos unos vacunas por no querer a esa gente, que teníamos que compartir con ellos y que él aseguraba que jamás andaban armados. ¿Resultado? Lo empapelamos a garabatos.
- El Hospital de la UC, en permanente y terrorífico crecimiento, nos ofreció pagarnos la bendita reja para protegernos. Todos chochos y saltones. Hasta que hoy descubrimos, que la reja de la UC, aprobada sospechosamente rápido por la Muni, no nos alivia. Al contrario, cierran un sector de locales comerciales que ellos ya compraron y además, enrejan una plazoleta que nos pertenece, dejándola para el lado de ellos. Mi torre, en resumen, quedaría huacha y a la intemperie.
- Pedí entrevista como periodista con Alcaíno. Lleva dos semanas tramitándome. Al final me llamó un tipo de la Muni que me dijo que "Raúl" se iba de vacas, pero que me derivó al director de obras sociales quien me contaría la linda labor de reinserción que hacen con los mendigos. Lo mandé a la punta del cerro. Le dije que a los vecinos nos importaba un bledo qué pasaba con esta gente, sólo queríamos saber qué hacía el Municipio por la seguridad e higiene de los vecinos. Dijeron que me conseguirán entrevista con el director de Obras Municipales, pero sigo esperando.
- Lo último: esta noche saldré con el Comité a juntar firmas para impedir que la UC nos friegue y la Muni nos dé el permiso para enrejar como nosotros queremos: rodeando todo el edificio. Estuvimos toda la tarde en eso con mis vecinos. Como si me sobrara el tiempo. Pero ya estoy tan desesperada, que decidí abocarme a esta misión. SuperPepa, que le llaman. De más está decirles, que cualquier ayuda, pituto, movida o ganas de protestar que tengan, bienvenidas sean. Ayude a su vecino c3. Ayude a Pepa, la del barrio.