21 diciembre 2008


Foto: Con José, arriba de la moto en Isla de Pascua, recuperando la felicidad.

Cuenta regresiva 2
Por Pepa Valenzuela

Al 2008 llegué gateando. Hecha trizas, con demasiadas horas de sueño perdidas, con una pena que me carcomía las tripas, con mucha rabia acumulada, ojeras que pateaba cada mañana que despertaba aún en el departamento donde vivía con mamá y con una enfermedad silenciosa que me avanzaba por lo más sagrado que tiene mi cuerpo. La historia con los mendigos en las torres y la eterna construcción del Hospital de la Católica me habían devastado hasta físicamente. Y yo, en enero seguía sin saberlo. Dentro de mi cansancio e impotencia, sólo pensaba que los primeros días de febrero, al fin podría descansar en donde había soñado desde chica: mi departamento propio. Así fue: después de varios tiras y aflojas, el 7 de febrero – el mismo día que paradójicamente pusieron la reja por la que tanto peleé - y arriba de una camioneta donde me vine con el pelo al viento sujetando mis cosas, me cambié a mi lindo espacio nuevo que hasta ahora, cuido con obsesión. Con las poquitas energías que me quedaban, lo adorné, le puse fotos, lo decoré a mi gusto. Pinté un cuadro enorme con flores fucsias para mi nueva pieza. Armé un estante donde guardo mis revistas y fui poniéndole cositas de a poco. Y dormí. Dormí como nunca lo había hecho. Dormí doce, trece horas por noche. Dormí para seguir durmiendo a veces una siesta. Dormí por todos los años que los gritos callejeros y los taladros nocturnos me lo impidieron. Dormí y cuando pude despertar al menos un poco, empecé a salir de mi letargo lentamente. También, empecé de nuevo a abrir un corazón que había clausurado hacía dos años desde la partida de Camboya. Fue cuando empecé a sonreír de nuevo y me caí con el primero. Había perdido práctica en esas lides y volví a llorar como china, hecha un ovillo en mi cama, apretándome las entrañas. Me había olvidado que algunos hombres son muy buenos para mentir. Pero volví a sonreír y esta vez más rápido: una vez que una descubre que nadie muere por un miserable, la cosa se vuelve más fácil. Entonces vino un espejismo que tenía buena cara, pero me generaba sospechas. Y un hombre bueno a quien en un principio no pude ver bien. Una bruja que me dejó una gran pregunta sobre quién sería este hombre en mi futuro. Y luego, el mejor descubrimiento que tuve este año: mi José. El 2008 me enamoré a la inversa que otras veces. Me enamoré de José despacio, de adentro hacia fuera, como una semillita de la que brotan pétalos cada día. El 2008 me dejé abrazar y me llevé una gran sorpresa. El 2008 descubrí cómo ama un hombre generoso y cuánta falta me había hecho conocer algo así. El 2008 viajé con él hacia el sueño de la Isla de Pascua y recordé ahí cómo se sentía la felicidad arriba de una moto abrazada a su cintura, cantando con mucho aire entrándome por la boca y oliéndole el cuello. El 2008 José me dio el mejor regalo que alguien me pudo hacer: una noche oscura y llena de estrellas a la orilla del mar isleño congelada en la memoria en caso de necesitar un oasis instantáneo donde viajar. Y la certeza de que el amor sanito y puro, tal y como lo quería, no era una utopía exclusiva de los cuentos de hadas que me leía mamá.
También el 2008 entendí que las penas se alojaban en el cuerpo. Y que ese año de pesadilla me había dejado una secuela tan dolorosa que por mucho tiempo no pude hablar de ella sin largarme a llorar. El 2008 entré a pabellón para que me salvaran un tesoro que antes jamás había valorado. Y así fue como este año, aprendí después de litros y litros de lágrimas, de noches en vela, frente al pánico del abismo de la muerte, cuánto quiero ser mamá. Cuánto he esperado a una Antonia y a un Emilio pequeñitos que un día me hagan reírme de ese lapso en el hospital. El 2008 estuve dos semanas en cama sin moverme para cumplir ese sueño. Y en esos días de inmovilidad aprendí a ver mi cuerpo lleno de flores de colores en mi mente y escribí. Escribí tanto que terminé la que será mi primera novela: El resort de los mendigos que saldrá publicada este 2009 si El Jefe quiere. También pensé en mi futuro. Y cuando apenas daba los primeros pasos, creo que el de arriba me mandó una buena señal: desde Francia me decían que volvía a ganar el Premio Lorenzo Natali para periodistas que defienden la democracia y los derechos humanos. Recién dada de alta, el 2008 volé a Paris donde conocí a otros periodistas del mundo arrojados, valientes, profesionales. Hice dos amigos entrañables que extraño día a día y espero algún día ver en Marruecos y en Sudáfrica. Y cuando volví con mi segunda estrellita en la mano, también supe, mirando hacia atrás, que incluso en el infierno había habido milagros. El 2008 conocí bicicleteando arduamente en el gimnasio a una amiga dulce, admirable y cariñosa que este año se tuvo que rearmar de sus cenizas, solita, para volver a caminar. Por ella y por su hijo, que es un campeón de casi todo lo que le pongan por delante. El 2008, la Andrea nos anunció en un almuerzo de día laboral a mí y a la Caro que se casaba con Pablo y que quería que fuéramos sus madrinas. La abrazamos llorando y pedimos tres pisco sours para celebrar.
El 2008 mientras estaba en cama, mi mejor amigo también anunció matrimonio con su linda novia. El 2008 a pesar de todo, empecé a trabajar en La Nación Domingo con una periodista talentosa que al tiempo se reveló como una mujer espectacular. Espero seguir trabajando ahí y con ella por mucho tiempo más. El 2008 llevé junto con José y sus sobrinos a mi Pablito al Mampato y tuvimos una tarde tan bonita que todo el cansancio posterior se volvió un pelito de la cola. A fines del año, también tuve a veinticinco alumnos que me llenaron el alma de alegría y que en la última clase se despidieron de mí con un abrazo y casi me hicieron llorar. Profesional, me aguanté las ganas. El 2008 mamá empezó a rearmar su panorama diario y ahora cuenta con amigos que todos los días la llaman para saber como está y la invitan a salir. El 2008 tuve un mail raro, pero bonito que jamás pensé que recibiría y la oportunidad de hablar con una especie de clon invisible a través de su correo. Pero sobre todo, el 2008 me volví a poner en pie y me fui sanando lentamente de mis heridas de guerra gracias a la pomadita gratuita, perseverante y revitalizadora que me regaló José, a quien este 2009 espero devolverle la mano con el mismo amor, el mismo cuidado y la misma constancia con la que él me sostuvo durante ese largo naufragio.


Una cosa importante: ahora tengo blog en La Tercera donde espero seguir escribiendo historias. Quizás no las mías, pero sí las de otros. Todo, eso sí, con mis manos.
Así es que visite y postee en tiempos de crisis en: http://blog.latercera.com/blog/mpcuevas/

14 agosto 2008








Aislada de la isla


Hace tres semanas, fui a la isla de Pascua. Fui con José, mi pololo, el último de las últimas líneas que escribí aquí. José es un tipo bueno y grande con corazón de abuelita. Le cuesta decir que no y va al rescate de quien se lo pida. De José, me gustan muchas cosas, pero lo que más me gusta de él es su alma blanquita. Eso es lo mejor y lo más bonito que tiene mi José.

Isla de Pascua además, es un sueño. Hacía años que venía soñando con ese lugar y era tal y como se me aparecía en la cabeza. Muy tranquilo, muy cerca del cielo y muy lejos de todo. Justo lo que andaba buscando. Sé que a la isla, regresaré.

He estado escribiendo mucho. Por eso he dejado de pasar por estos lados. También, estoy haciendo clases y mis alumnos me quitan tiempo, aunque me suman mucho más que esa resta. Estar con ellos, leerlos y dejarles un chip de entusiasmo por esta aventura loca que es el periodismo, es un privilegio.

Pero he prometido cosas, que no he cumplido. Dije que iba dejar una entrevista que le hice a Florcita Motuda y que daría links otras columnas. Ahora lo puedo hacer, antes de partir a la playa, de nuevo con mi José.

Quiero también, renovar pronto esta paginita, amononarla y modernizarla, aunque yo soy un lío con la tecnología. Cualquier ayuda al respecto, es bienvenida.

Les dejo entonces algunas columnas de Paula.cl
http://www.paula.cl/blog/columnas/2008/08/13/el-desgarro/

http://www.paula.cl/blog/columnas/2008/08/04/la-unica-nana-del-mundo/

http://www.paula.cl/blog/dia-del-padre/2008/06/13/todo-sobre-mi-padre/

Y lo de Florcita:

Los preparativos funerarios de Florcita Motuda
Por Pepa Valenzuela, fotografía: Álvaro de la Fuente















Raúl Alarcón, alias Florcita Motuda, uno de los músicos más extravagantes y emblemáticos de nuestro país, sale a comprar tomates, pollo y pancito una tarde de sábado. Pero su cabeza está en otra parte. Florcita Motuda está concentradísimo en el más grande y quizás último de sus proyectos: preparar su propia muerte. Esta es la alegre y fúnebre historia de su travesía hacia el Más Allá.

En una retirada cabaña de madera en El Arrayán, un hombre de baja estatura, con zapatillas blancas con terraplén y rodeado de tres perros, asoma la nariz y los bigotes negros por un hoyo de la reja de su casa. Y con la boca hacia el exterior, habla: “Mis perros van a salir a olerlos. Son amigables, pero inquietos. Agarren una rama, una rama larga. Entonces cuando se les acerquen, ustedes dicen “¡FUER!” y en fa menor, ¿ya? Ahora, voy a abrir”. Entonces la reja se abre de par en par y los tres perros salen raudos. “Así: ¡FUER! en fa menor. Así, así”, dice de nuevo el hombre que ahora está fuera de su destartalada cabaña con los rulos revueltos. La instrucción resulta y los perros vuelven a entrar a la casa. Pero su amo, el hombre de 62 años llamado Raúl Alarcón, no tiene intenciones de regresar. “No tengo nada para comer. Así es que vamos a comprar al mercado”. Entonces mira la calle hacia arriba, la mira hacia abajo, guía al chofer aleteando una mano en el aire y se sube al auto para emprender la bajada a la civilización. Adentro del auto, ya no es más Raúl, sino Florcita Motuda. El autor de canciones de títulos interminables, el creador de El Vals del No en plena dictadura, el hombre que encarnó al Buzón Parlanchín de la tía Patricia en la tevé infantil ochentera, el militante del Partido Humanista, el hombre tímido que al final se terminó matrimoniando con tres mujeres con quienes duró casado siete años justos respectivamente, el genio que regresó a Rojo Vip el 2006, el niño que se aburrió como ostra en su Curicó de infancia, el padre que prefiere ser amigo de sus hijos en vez de criarlos como un paco, el joven que un buen día se autodenominó Florcita cuando se dio cuenta de que estaba germinando como artista, el hombre de 62 años que hoy día está obsesionado con un solo gran tema: su muerte. Florcita Motuda está ensayando una despedida a su manera. Florcita Motuda se prepara para marchitarse en gloria y majestad. “Si a los 62 años no cachas que te vai a morir de verdad, eres un ahuevonado. Por eso me estoy preparando”, explica sentado en el asiento de atrás del auto mientras va guiando al chofer: “¡Izquierda!”.
- ¿Y qué tienes planeado?
- Los músicos siempre hemos ensayado para las grandes oportunidades y tengo la sospecha de que voy a ensayar mi muerte. Va a ser un ensayo con invitados y rechazados, huevones que no quiero que vayan. ¡Sí, po! Si te morís, no tenís arte ni parte y puede llegar cualquier huevón a tu velorio y hay algunos que no quiero que estén. Y quiero una ceremonia distinta a la católica por supuesto, y tampoco quiero velas, quizás una de esas fuentes fen shui que tiran humo.
- ¿Con algo de música?
- No, no, no. Lo que pasa es que sé de qué se trata la muerte: hay procesos que uno tiene que realizar cuando todavía está enchufado al cuerpo - ¡Derecho! – le dice al chofer - . Porque cuando se desconecta el cuerpo, tenís que entrar a wi fi si no, cagaste. Originalmente uno es inalámbrico: lo que pasa es que cuando te enchufan al cuerpo, te confundes y crees que eres tu cuerpo. Craso error: uno es inalámbrico. Por eso, mientras yo esté en ese proceso, ¿van a haber huevones metiendo bulla al lado? Ándate a la chucha. O sea, yo voy a estar ocupado.
- ¿Y adónde vas a ir a parar cuando te desenchufes?
- Primero pasa tu vida como si fuera una película y tienes que ser el juez, con tus parámetros. Ahí quedai con un saldo emocional que aumenta tu integración psicológica o te desintegra. Con eso pasas al segundo paso que es el túnel adonde tú decides si pasas o no. Entras al túnel y aparece una tremenda luz que nunca has visto en tu vida. La primera tendencia es a apretar raja, si nunca viste algo así, po. Craso error: de lo que no me tengo que olvidar es de tirarme encima de la luz porque ahí me convertiré en un ser de luz, o sea, en Wi Fi. Y ahí, entramos a navegar en la mejor de las internet, gratis, sin virus. ¿Entonces que estén en fiesta cuando uno está en esas? Noooo, po.
- ¿Todos tienen que estar piola entonces?
- Piola, piola. Voy a dejar música encargada, ciertas ceremonias diseñadas para que la gente las haga y un pasaje para todos que diga: “Destino a” para que los huevones vean que voy en viaje. Por eso, en lo posible, quiero que mi ceremonia de muerte sea en Pudahuel.

El auto se estaciona en un supermercado de Las Condes. Hay poca gente en la calle. Es sábado y Florcita Motuda se queda dentro del vehículo. Quiere hablar de la muerte un poquito más: “Bueno, pero antes de morirme, tengo tareas que resolver. Por ejemplo, tengo que dejar un manual de guerrilla no violenta con respecto de lo social y con respecto de lo personal. Las tácticas de no violencia históricas, están demodé. Si vos te sentai a hacer una huelga de hambre, todos se cagan de la risa. ¿Y tú creís que el jefe de la fábrica mira eso? No. El huevón está en otra. Así es que hay que inventar tácticas de no violencia creativas, diferentes. Si el jefe de la fábrica me está cagando, llego igual, pero con un traje a rayas que diga: “Soy humano y tengo sueños”. Lo que pasa es que está todo esquematizado como respuesta. Los pacos saben que si pasa esto, hacen esto otro. Cuando fui a la Moneda a llevar El vals del No en plena dictadura, caché que no iban a tener respuestas porque fui disfrazado con una banda presidencial y rodeado de periodistas. Y los pacos no tenían respuestas tipo: “si llega un huevón disfrazado, va a haber aquí un disfraz de payaso y el soldado tanto se lo pone rápidamente, va, le aforra la patá en la raja”. Listo, cagó la táctica de no violencia porque ya había respuesta del otro lado. Pero por ahora la no violencia es un sitio eriazo de la creatividad y quiero dejar iniciado ese proceso. Y hacer de mi muerte una clase magistral.

- ¿Por qué tantas vueltas a la muerte, Flor?
- Es que soy responsable, tengo que saber prepararme convenientemente para no hacer el ridículo. Uno se muere una sola vez.

Vejez de infancia
Florcita empuja el carro de supermercado hasta la panadería. Lleva tomates, pollo trozado y muchas marraquetas que encuentra caras, carísimas. De la verdulería, agarra un durazno y le da un mordisco. “Cada vez que entro al supermercado se escucha por altoparlantes: “Se ruega a los señores no consumir productos dentro del supermercado. Porque cada vez que llego, pesco una fruta y me la como. Pero no estoy ni ahí, no la pago. Yo soy de campo”. Eso es cierto: Florcita Motuda se crió en la Huerta de Mataquito de Curicó con un papá carabinero, una mamá, tías y abuelos cantores y tres hermanas que le sacaban “la cresta” al único hermano que tenían. Creció aburrido. Tanto, que se puso inventor. “Cuando chico me aburrí todo. ¡Curicó que era tan fome! Había mucho compartimiento social, racial y religioso y eso yo lo experimentaba como asfixia que se traducía en aburrimiento. Además, registraba una tremenda inmovilidad que era percibida por mí como vejez. A mis 10 años era lo más viejo que jamás voy a ser. Por eso inventaba cosas: hacía una carretilla, le ponía un clavito, un elástico, lo soltaba y era un motor. Con alambritos - mi mamá arreglaba paraguas - hacía bases espaciales. Escuchaba mucho la radio de onda corta en la que se oía todo el mundo. ¡Era una cantidad de ruidos!”. Florcita se vino a Santiago donde estudió en el Conservatorio de Música y con su banda los Stereos, se convirtió en parte de la orquesta de Sábado Gigantes. Tiempo después, decidió crear a su alterego, Florcita Motuda, el hombre que ahora empuja el carro hacia la caja mientras come durazno y de pasada, bota un frasco de vidrio con mermelada al piso. ¡Crash! “Cómo estás. ¿Te pagan bien aquí?”, le pregunta a la cajera que sólo atina a levantar una ceja y hacer una mueca obvia. “¿Acumula puntos?”, le pregunta ella. “Yo no acumulo ninguna huevada”.
Florcita deja las marraquetas fuera de la caja. Y a la salida, dirige al chofer hacia otro supermercado cercano donde las hallullas están baratitas. Entramos al supermercado y vamos derecho a la panadería donde una chica con la piel mate le pesa el pan. “¿Tú eres peruana o boliviana?”, le pregunta Florcita.
- Peruana.
- Ustedes hablan muy bien. Y son un aporte para este país, no hagas caso a los envidiosos que te dicen otras cosas.
- Sí, me han dicho muchas cosas – reconoce ella.
- No es algo personal contra ti, es gente enferma. Gracias, Edith.
Florcita pide unas cocadas y la chica peruana le da a probar torta en un vasito plástico diminuto. Le da otra de yapa. Florcita sale del supermercado y la gente se acerca a saludarlo como si lo conocieran de toda la vida. El se deja querer. Se vuelve a subir al auto a dar instrucciones para regresar a su cabaña de El Arrayán. “¡Izquierda, izquierda! La pista izquierda, tírate nomás”.
- ¿Por qué te tiñes las canas, Florcita?
- Porque si me quedara con las canas me parecería a Clotario Blest, po.
- ¿No es un rollo con la vejez?
- Yo no soy viejo y no voy a hacer viejo jamás. Uno se pone viejo si quiere. Además, nunca voy a ser tan viejo como lo fui en la infancia. Ahora me siento con mucha movilidad interna y externa.
- Y si te sientes joven, ¿qué tienen que ver las canas?
- Lo de las canas es pura estética. Ellas destacan los tonos cetrinos de tu cara, los tonos cadavéricos. No tengo rollo con la muerte, pero sí con los cadáveres. Quién quiere ver eso. Aunque lo de la señora que donó su cuerpo para la exposición de cuerpos, es interesante porque el funeral le va a salir casi gratis.
- ¿Tú ya has planificado eso también?
- Mi entierro no lo van a pagar mis hijos, po. Pero ese es un tema por resolver aún – dice mientras el auto sube por los bosques de El Arrayán.


Bonus Track en la Quinta
La casa de Florcita Motuda es como una casa en el árbol de niños. Dentro de la cabaña hay un camarote tipo azotea donde Florcita duerme sobre un colchón azul, abajo un escritorio con un computador donde Florcita navega por internet perfectamente, un sofá cama sobre patas de madera con varios cojines, cuadros donde aparece con pintas de extrarrestre, un tremendo televisor que separa la cocina del living. Todo en un pequeño espacio de madera. Florcita registra entre sus cachivaches y saca tres artilugios: una bola de cristal, una capa mágica blanca con estrellas negras y dos sombreros brillantes y con cachos. “Vamos a la Quinta Vergara”, anuncia. Entonces sale de su cabañita, sube los peldaños de piedra que están por un costado de su casa y se dirige hacia el patio trasero que está literalmente en la punta del cerro. Orejo, Mayo y Maya, sus tres perros, lo siguen. La Quinta de Vergara de Florcita es su propio anfiteatro al aire libre: una superficie de cemento rodeada de graderías de piedra, árboles frutales y pinos. Ahí Florcita a veces canta, otras veces celebra con sus hijos cumpleaños y eventos, otras veces se sienta a conversar. Quizás también, a pensar en el ensayo de su muerte ahora que siente que está en los descuentos. “Yo siento que hice mi aporte: algunos en dictadura y en hacer canciones que entregan energía. Mis canciones no te dejan desvitalizado. He vivido lo correspondiente a dos vidas, estoy en el Bonus Track. Si me muero el año pasado o este año, no importa. La joda frente a la muerte es ésa: quise hacer algo y no lo hice. Yo no la tengo: me las he vivido todas”.
- ¿Entonces ya no te quedan proyectos?
- Sí tengo, pero dentro del bonus track. Trabajo en la integración de mis hijos y algunos de sus amigos al grupo musical Familia Motuda. Si se muere el cantante, le ponemos otro, como Los Jaivas. Ahí subimos a un escalón que hacen que la banda siga para adelante.
- ¿Quién es Florcita Motuda?
- Un libertario y un genio. Pasé mucho tiempo en el que me decían loco o genio y yo decía: “qué loco, qué genio”. Y me vi obligado a definir la palabra genio: genio es aquel cuya producción artística impacta su forma de vida y le hace tener una mayor calidad de vida. Por lo tanto, Van Gogh es un talentoso, pero no es genio. La práctica de su arte no le dio calidad de vida. Por eso, yo soy genio.
- ¿Y qué es lo mejor que le podría pasar a este genio?
- Conectarme con lo trascendente y no cagarme de miedo.
- Ahhh, ahí estaba la firme: le tienes miedo a la muerte.
- Sí. Ahí está la clave. Me pregunto cómo puedo conectarme con la otra dimensión si se me cae un vaso y me cago de espanto. De niño fui muy temeroso, le tenía miedo a los muertos, a los zombies, veía películas de vampiros y me moría de susto. Huí del miedo de mil formas. Pero cacho que el miedo es una ventanita a la cual hay que acercarse. Pero no acercarse de una, sino acercarse por rodeos, de a poco, como lo estoy haciendo yo.
Florcita Motuda se pone su capa mágica y su sombrero con cachos negros y telas rojas brillantes. Toma la bola de cristal en una de sus manos y mira hacia el horizonte, en la mitad de su cerro, de su anfiteatro, de su propia Quinta. Cierra los ojos, sobajea su bola del futuro, la levanta en el aire, como un brujo que tiene todas las respuestas. Y un abrir y cerrar de ojos, se saca la capa, el sombrero, la polera, los pantalones y los calzoncillos y tira todo debajo del pino antiguo que crece hacia el cielo. Sólo con sus calcetines rayados puestos, vuelve a enfundarse su capa. Y así, como Dios lo trajo al mundo, empieza a saltar como un duende libre por el cerro de El Arrayán. Ahí donde desde hace un tiempo, está haciendo todos los preparativos para emprender el rumbo hacia el Wi Fi.

30 junio 2008

Aquí estoy
Sí, es cierto. La columna Arriba Las Faldas ya no va. Se terminó hace tres semanas. Pero sigo en LUN, todos los miércoles en la sección sociedad con una columna sobre consumo. Se llama Compradora Compulsiva y usted puede clikearla en www.lun.com los miércoles. Y hago entrevistas para La Nación Domingo en mazazine (www.lnd.cl )
También estoy escribiendo algunas cosas para el sitio web de la revista Paula, firmo como Pepa Valenzuela. (www.paula.cl) Y sobre todo, quiero presentarles a un personaje nuevo. Es una mañosa la iñora, pero como se cree colega mía porque ahora es columnista del sitio web de la paula, anda haciéndome la pata. Y me mijitea de lo lindo. Se llama Patty Vera, es secretaria jubilada y siempre quiso ser periodista. Ahora tiene una sección en www.paula.cl que se llama Carta Abierta donde les tira palos a todos los personajes del acontecer nacional desde su senior punto de vista. Leala esta semana sobre el patatús de Julito Iglesias en http://www.paula.cl/blog/carta-abierta/2008/06/30/el-patatus-de-julito/ o en su sección, donde están todas sus columnas: http://www.paula.cl/blog/carta-abierta/
Gracias a todos los que no me hallaron en Lun e inmediatamente empezaron a preguntar por mí.
Los quiero, me alegran el día.
Les contaré pronto sobre las últimas novedades de este tiempo.
Y sobre las que se vienen, prontamente, si Dios para la oreja.

24 mayo 2008



El laberinto del corazón


Abro la puerta de la pieza . La Mayra está envuelta en una bata de toalla blanca sentada en un sillón, rodeada de regalos. Hoy cumple 27 y está de regreso en la clínica. No fue su corazón esta vez. Ahora fue una vena del cuello que le dio dolores de cabeza y un tremendo susto a todos los que la queremos tanto. Según me explicó ella por teléfono ayer, pedagógica y tranquilamente, se trata de algo que viene incluido en su paquete. "Mis venas son marca chancho, made in China", suspiró. La Mayra siempre me sorprende con su azucarada forma de descarnar una verdad. Entro a la pieza con mi regalo entre las manos y la abrazo mucho rato. Le doy besos en su carita y le tomo su mano larga de dedos huesudos. Y ella, con sus 27 recién cumplidos, me sonríe feliz y me muestra la foto de un vedetto con globitos cumpleañeros en aquella parte que le trajeron sus amigas de la oficina para alegrarle el día. Dentro de la pieza, está su amigo, mi ex amigo. Ese que la primera vez, atinó y le salvó el pellejo a mi Mayra y que después de años yo tuve el descalabro de comprobar en primera persona que no era el caballerito adolorido que creíamos, sino otro malo disfrazado de perno ordenadito. Otro desdoblado más. Aunque no lo veo, tampoco lo pienso y lo saludo, como la damita que soy. A veces me sorprendo con mi buena educación. Porque quizás en este caso, debiera esperar hasta que se vaya, omitirlo o pegarle un buen combo en su carita de no rompo un huevo. Pero no lo hago. Mi amiga está enferma y eso es una tregua. A la picantería una no puede responder con picantería, menos en estas circunstancias. Y además, él está muy lejos de mí. Muy atrás y encapsulado en un mal recuerdo que dice Lapsus Mental Grave De Pepa. Desde entonces, han pasado muchas cosas. Muchísimas cosas y todavía no decido si son buenas o malas. Hay una buena, sí. Y como todo lo bueno, fue de improviso y como no lo tenía planificado. Así, ahora lo entiendo, son los laberintos del corazón.

Fue el último día de sol. El último regalo del verano. La Xime me llamó para que fuéramos a una fiesta medio VIP para ejecutivos arriba del cerro Santa Lucía. Ejecutivos jóvenes, solteros, minos. La idea inicial era hacer negocios y alianzas. Pero apenitas llegué a las faldas del cerro, y me encontré con un compañero de colegio, entendí que por ahí la cosa ya no iba. "Puro ponceo ejecutivo", me dijo El Flaco. Nos reímos y entramos, sin miedo ni expectativas. Yo no estaba para ponceos, ni para conocer a nadie. No quería. Estaba armada hasta los dientes, pero feliz. Había decidido que con mis amigos la pasaba muchísimo mejor que cualquier pelagatos desconocido. Hasta que el escupo me dio directo en la cara y un chico de terno y corbata roja, me empezó a hacer reír. Y me hizo hablar como hace rato no lo hacía. Era divertido el personaje. Optimista, caballero, gracioso, parecía muy seguro de sí, pero tampoco sobrado. Le gustó mi cartera de charol rojo. Hablaba hasta por los codos y era Acuario, como yo. Pasamos la noche entera conversando y un poco más. Le advertí seria: no te acerques mañana. Estuvo bueno y rico todo. Gracias muchas. Pero improbablemente reapareció y entonces la película se puso 3D. Así fue. Por un rato. Un ratito corto. Porque lo malo de tener tantísima conciencia y no apagar la voz en off, o quizás de ser periodista y conocer a tanta gente, es que una termina sacando las fotos relativamente rápido. Y en algún momento ve con objetividad todo y a todos, aunque a veces yo pagaría porque no fuera así. O que el proceso fuera más lento y por lo tanto, las ganas nuevas duraran un poco más. Pero no. Yo veo al tiro. Y vi que, aunque el chico de corbata roja era un encanto, estábamos en etapas distintas. Él, divirtiéndose como chino, como cuando tuve 20. Yo, divirtiéndome también, pero ya de otras maneras. Y queriendo mi felicidad simplecita y tranquila. Sin angustias ni dudas. Sin tiras ni aflojas. Sin pendejadas. A punta de puras explosiones cotidianas de felicidad. Ambición pura, pero legítima. Ahí la película hizo rewind y volvimos a foja cero: buena onda sincera. Y yo, volví a recobrar mi pacífica normalidad.

Entonces, un buen día, un hombre grande me dijo que sólo quedaban tres canciones para bailar. Que quería bailarlas conmigo. Yo, más armada que nunca, no acepté su dulce oferta. Pero no sé por qué, no cerré la puerta. Y él empezó un peregrinaje hacia este territorio minado, lento, suave y paciente. Un peregrinaje, que él, asume como tal, como su apostolado. Dice que quiere convertirme en algo así como en una chica cuerda y dócil de pura buena voluntad que es. Que ésa es su misión a corto plazo. Y que cuando termine, se irá lejos, muy lejos de mí. Pero yo no le creo. A él no le veo intenciones serias de partir. Lo suyo, es más bien un desembarco. Y lo mío, un alojamiento que me va convenciendo día a día, pero sin fecha de vencimiento.

El amigo de la Mayra se va de la clínica. Ahí recién, podemos conversar tranquilamente con mi amiga. Entonces le cuento de estas últimas novedades, le explico que las sorpresas están ahí afuera y que apenas pueda le muestro la evidencia que he encontrado cuando menos lo esperaba. Ella, contenta, asiente. Y me dice que apenas salga de ésta, quiere comprobarlo con sus propios ojos. Yo también sé que pronto, muy pronto, lo va a comprobar. Pero esta vez en su propio y nuevo corazón.




10 mayo 2008



Apuntes sobre el territorio amoroso, parte III

He añadido algunos ítems. Crece y crece este manual puntudo, prejuicioso y subjetivo.

Acá les van otros pensamientos escogidos.

(¿Esto me convierte en una especie de Coelho con faldas? Dios quiera que no.)

1. En algunos casos, la simpatía excesiva es sospechosa. Si de pronto, nos empiezan a tratar con diminutivos o con demasiado afecto, puede ser porque el otro ya no nos ve con deseo, sino sólo con ternura mezclada con culpa por no poder amarnos de verdad.
2. El catolicismo aprensivo le hace pésimo a una sexualidad espontánea y divertida.
3. El tira y afloja es una lata, pero funciona. Aquí y en la quebrada del ají. A la edad que uno tenga. El tira y afloja es hasta ahora uno de los métodos más infalibles en la conquista amorosa.
4. La suerte de la mosquita muerta, la espontánea la desea.
5. Los hombres no son un misterio. Son nomás.
6. Las mujeres sí son un misterio. Cada cosa que decimos, viene con un subtítulo que o dice todo lo contrario, o insinúa el tema que de verdad queremos tratar.
7. A veces el duelo es una chiva diplomática para zafarse de otro nuevecito de paquete. Por muy fregado que uno venga de una relación anterior, cuando se quiere de verdad, se puede.
8. El miedo a volver a sufrir o volver a hacer sufrir es como ponerle pause a la propia película amorosa. Mientras subsista ese temor en pantalla, todo permanece inmóvil, sin cambios. Y con el protagonista temeroso que, a lo venezolano, queda completamente ciego hasta que no vuelve a creer y confiar. Recién ahí, se enciende de nuevo el botón play. Y el protagonista empieza a recuperar la visión paulatinamente.
9. Mirándolo por el lado amable: lo bueno de conocer pastel tras pastel es que una se encuentra cada vez mejor persona. (Aunque sea por comparación con los extremos). Y aunque eso sea peligroso, cursi y poco funcional para fines amatorios, igualmente es algo bonito de constatar.

26 abril 2008




Antes de la explosión


No les he abandonado. Sólo estoy pensando.

¿Qué pienso? Qué viene ahora en adelante.

Pienso en los dos niños que tengo marcados en la mano.

Pienso si éste es el pasajero que he estado esperando o es otro espejismo más.

Pienso si ser punketa o santa. Qué seré más.

Pienso que ese amigo es como una especie de radio de onda corta divina que me habla con mensajes cifrados.

Pienso que me toca. Que es hora de que la vida me dé vueltas con una bofetada de felicidad.

Pienso que para que eso pase, todavía me queda pendiente un viaje. Tres días en esa cabaña de Algarrobo que descubrí cuando era pendeja, solita. Sola, sola, sola.

Pienso que es verdad lo que me dice el dial divino que tengo: debo abrir mi conciencia. Descubrir de adónde saqué mis miedos. Identificar su origen y dispararle caminando hacia el lado contrario. Cerrar los ojos y confiar. No traicionarme, dejar que el caballo se me desboque, pero con cuidado, conociendo perfectamente al jinete.

Volver a ser la loca que se tiraba con el paracaídas abierto sin medir consecuencias. Aunque eso sea un peligro público y privado.

Creer en otro tipo de poderes.

Quizás dejar todo botado y tomarme el primer bus que encuentre.

Quizás, como me lo dijo un sueño tan clarito, reunir a toda la fauna alegre y sabia que alguna vez me abrió las puertas de su vida, por un día, unas horas, y hacer algo con ellos. Decirles al menos que siempre los recuerdo. Que son mi especie de saco del Gran Pez que llevo a cuestas, adonde quiera que voy.

Volver a buscar a mi padre tan sólo para escucharlo y entender que él ya no entiende mis reproches. Y quedarme tranquila con eso.

Hacerle un tour por los recuerdos a mi madre. Gastarme todos mis ahorros en una semana de extrema locura y sensatez sólo con ella. Y después, quién sabe.

Dormir tres días seguidos sin culpa.

Despercudirme de mis límites.

Empezar mi propia revolución desde esta nueva casa de muñecas que tengo.


pd: hoy domingo 4 de mayo, busque en www.lun.com Penas de Amor, por Pepa Valenzuela (léalo u utilícelo en su vida cotidiana, con el favor de Dios)

25 marzo 2008




Apuntes sobre el territorio amoroso (parte II)

Por estos días, he estado escribiendo muchísimo. Y saliendo muchísimo también. La vida es muy sabia: Primero, devela y saca máscaras, después saca de una patada a la gente que no nos sirve (y que en algunos casos, no le sirven a nadie), y luego, nos pone a gente que sí tiene que ver con nosotros y tiene algo que decirnos y nos enriela de nuevo en el camino que estábamos recorriendo. Entonces ahí una se acuerda para dónde iba su micro y empieza a hacer todo lo que quería hacer y a estar exclusivamente con quienes quiere estar. Entre esas cosas, recordé mis apuntes sobre el territorio amoroso, que cada tanto voy ampliando con otras ideas sueltas que tengo. Los pensamientos nuevos, los publico acá para asentir o disentir. Como ya saben, son opiniones personales, bañadas de sarcasmo, amargura, ironía y otras, de pura verdad según yo. Nada que vaya a ser decreto ley próximamente, pero sí algunas cosas que honestamente creo que pueden resultar bastante ciertas.

Aquí les va. Pronto, algún adelanto de un libro que estoy escribiendo. Y de una maravillosa e insólita entrevista que le hice a Florcita Motuda llamada Los Preparativos funerarios de Florcita Motuda.


1. Suena obvio, pero no lo es: el amor hace bien. Lo que causa sufrimiento, daño, llanto y angustia corresponde a una ilusión óptica del amor, provocada por alguna patología que hay que tratarse con especialistas.
2. El amor es un trabajo y un juego. Hay que trabajar y jugársela por lo que uno quiere. Pero hasta cierto punto: si el movimiento no desata movimiento, si las cosas igual se atascan, hay que entender y aceptar que el destino también ocupa el estancamiento como una señal para mostrar un objetivo equivocado.
3. Durante el tiempo del duelo, un hombre abandonado o pateado representa un peligro público para la humanidad con faldas. Porque durante ese periodo, el hombre dolido generalmente entra en un ciclo inconsciente de desquite con el mundo en el que se convierte en una máquina de hacer pebre a otras. El objetivo del hombre dolido en duelo es recomponer el ego herido demostrando que se la puede y sanarse a través de una autodestrucción que incluye carrete, trago a destajo y mujeres tratadas como muñecas inflables. Por lo tanto, hay que tener cuidado con él y permanecer lejos de su guerra personal si una no quiere salir damnificada de yapa. Y no culparlos demasiado: el desquite masculino es un proceso inconsciente y siempre movido por la nula tolerancia al dolor masculina.
4. El diálogo es adulto y todo es conversable, hasta las barbaridades más tremendas. Lo único que hay que evaluar a la hora de conversar es si los dos hablantes son lo suficientemente adultos para tratar y entender el tema por completo. Si uno de ellos no lo es y el otro quiere decirle algo, no pierda su tiempo, es en vano: la existencia del mensaje sólo tiene sentido cuando hay un receptor capacitado para decodificarlo correctamente.
5. Lo peligroso no es no coincidir en los afectos ni en los tiempos. Lo peligroso es no hablar de las expectativas propias y ajenas a tiempo y con honestidad.
6. El sexo está sobrevalorado. Sobre todo tratándose del sexo a la chilena.
7. Cuando una mujer habla o quiere hablar, queda como loca, emocional, enrollada, cuática y obsesiva. Cuando un hombre habla o quiere hablar, queda como un tipo con los pantalones bien puestos y muy seguro de sí mismo.
8. No hay nada más tajante y definitivo que una mujer desencantada.
9. Muchas amantes ven en el matrimonio una garantía más que un ritual con el que estén de acuerdo. Se equivocan: nada ni nadie es garantía de nada en esta vida llena de sorpresas y en permanente cambio.
10. El que espía, siempre encuentra.
11. La desaparición sin explicaciones no sólo es un acto canalla y cobarde, sino que también la evidencia que la persona en cuestión es un niño que todavía está jugando a las escondidas.
12. Si usted adoptó un amante y lo crió como a un hijo más, no le pida después a ese hombre adoptado que la cuide y la proteja como un hombre grande.
13. Cansado del carrete, el vacío y el daño de otras, el hombre arrepentido siempre regresa en búsqueda de la mujer buena que alguna vez lo quiso y lo trató bien. Lo que la mujer buena debe saber es que el hombre arrepentido no la busca porque de pronto sufrió la iluminación del amor, sino que la sigue para encontrar un regazo seguro y dulce en el cual descansar y además, para comprobar que ella sigue ahí. Lo que el hombre arrepentido en este caso debe saber es que la mujer buena, por buena que sea, no es una calle que permanezca siempre en el mismo sitio. Y que por buena que sea, eso tampoco significa que la mujer buena sea huevona.

07 marzo 2008


JUANITO

Por Pepa Valenzuela


Juanito tiene los ojos verdes, la cara bronceada y llena de surcos, las manos más secas que he visto en mi vida y usa sólo camisas escocesas, como el amigo de Heidi. Se agacha por debajo de la puerta de su quiosco que está a medio morir saltando y me devuelve el hola. Entonces con la mano, le hago para que se corra un poco más allá. Y Juanito, obediente, se sienta al fondo de su quiosco, al borde de la banca celeste de madera en la que ha pasado la mayor parte de su vida sentado para educar a sus hijos, esos cabros que ahora son tremendos hombres, y me hace un huequito. Entonces entro agachada con mis bolsas de supermercado y un par de tomates y porotos que compré para el almuerzo. Me siento en un pedacito de su banca y los dos encendemos unos petardos, los cigarros que Juanito fuma como carretonero. Entonces viene una vieja y pide Las Ultimas. Y un viejo con cara de caliente que pide mentitas para el aliento. Una mamá enfermera con sus dos niñitas pokemonas que quieren unas Kem Piña. Y ahí yo atino a entregar diarios, dar un par de vueltos y seguir fumando al lado de Juanito, que dentro de su quiosco, para no aburrirse en las horas muertas, tiene una mini tele y un mini dvd. Y le cuento un poquito de mi vida, le digo qué columna se viene el domingo en el diario, le hablo de lo linda que es mi casita nueva, le hago preguntas para develar los misterios de la mente masculina y le pido el The Clinic. Todo, interrumpido cada tres segundos por gente que quiere dulces y revistas para entretener a sus enfermos internados en el Hospital. Y Juanito, que es muy sabio, me entrega mis diarios, me ofrece fiado, me explica que los hombres son lentos y lesos, pero no malos y me dice que no me preocupe ni me entristezca, porque a mí me está esperando un milagro de los buenos, de esos que se demoran en llegar, pero que cuando llegan, son puro fuego artificial. Ahí Juanito me ofrece otro cigarrito bomba, yo acepto y los dos fumamos como si nada más importara en el mundo. Y cuando apago y tiro la colilla afuera, agarro mis cachivaches y me despido de mi amigo Juanito, el quiosquero que meció mi coche de guagua y con el que ahora, algunos días, me siento a conversar.


pd: En esta última Paula, un reportaje que pronto estará en la web (www.paula.cl): El sermón del Día Después. Todo sobre el vía crucis por el que una mujer atraviesa cuando pide la píldora del día después, un derecho que por ahora sigue chueco en este país potijunto.

pd2: Este domingo en Reportajes de Las Ultimas Noticias, una columna sobre el posible cierre del Parque Forestal. Súmese al rechazo de las ideas edilicias pro rejas leyendo. Su click, es mi sueldo.

28 febrero 2008






LETRAS SALVAVIDAS
Por Pepa Valenzuela

Andaba pateando una pena infinita, cuando una amiga me lo prestó: Tokio Blues de Murakami. Entonces cada noche, con cada página, la angustia en la guata fue desapareciendo y un buen día, un diálogo me salvó la vida. Ahí estaba lo que quise decir alguna vez y no me había salido de la boca. Murakami lo había escrito por mí, quizás por cuántas más. Ahí estaba lo que hubiera dicho si esto fuera una novela y los demás personajes, tuvieran esa sensibilidad japonesa para entenderlo todo de forma sencilla. Comparto este párrafo para que otros más, reciban estas palabras al rescate. Y también comparto el dibujo de un amigo, inspirado en el mismo libro mágico, que al menos explica mi necesidad espantosa de dejarlo todo por escrito. Esto es un pedacito de Tokio Blues, la historia de Watanabe, un japonés que vive entre el pegoteo con una mujer fantasma y la sinceridad de una chica nueva que descubre a destiempo, Midori.




"(...) Quién sabe – reconocí-. La situación es muy compleja. Tenemos varios problemas. Todo esto hace mucho tiempo que dura y yo, la verdad, he acabado por no entender las cosas. Ni las entiendo yo ni las entiende ella. Lo único que sé es que como ser humano, siento cierta responsabilidad hacia ella. Y no puedo desvincularme. Al menos así lo siento ahora. Aún en el caso de que ella no me quiera.
- Soy una mujer de carne y hueso. – Midori presionó su mejilla contra mi cuello-. Estoy entre tus brazos y confesándote que te quiero. Haré lo que tú me digas. Soy un poco alocada, pero me tengo por una chica honesta, una buena chica. Soy trabajadora, guapa, tengo los pechos bonitos, sé cocinar, tengo un depósito en fideicomiso en el banco que me dejó mi padre. ¿No te parezco un buen partido? Si no te quedas conmigo, acabaré yéndome a otra parte.
- Necesito tiempo – dije-. Tiempo para pensar, para arreglar las cosas, para decidir qué es lo mejor. Lo siento, pero por ahora eso es lo único que puedo prometerte.
- Pero te gusto y no quieres que me aleje de ti, ¿no es cierto?
- Sí.
Midori se separó de mí y me miró a los ojos, sonriendo.
- Te esperaré. Confío en ti – accedió-. Pero cuando elijas, quiero ser la única. Cuando hagas el amor conmigo, piensa sólo en mí. ¿Entiendes lo que trato de decirte?
- Perfectamente.
- No me hagas daño. Bastante me han herido ya a lo largo de mi vida. No quiero que me hieran nunca más. Quiero ser feliz.
La atraje hacia mí y la besé.
- Suelta ese estúpido paraguas y abrázame con fuerza con los dos brazos – me ordenó Midori. (…)".




página 345, Tokio Blues, Murakami.

02 febrero 2008


CUMPLEAÑOS


Este lunes 4 de febrero estoy de cumpleaños número 27. Cómo se pasa el tiempo. Cómo se pasa tan rápido y con tan poquitas novedades. El asunto es que la gente no se olvida de estas fechas e inevitablemente estaré contestando el teléfono todo el santo día. La mayoría de la gente estará en la playa y postergará un regalo que jamás llegará. No faltará la tía desubicada que preguntará intrigada si ya tengo planes de familia, ahora que estoy al borde de los 30. Mis amigos infaltables, vendrán en la tarde a casa. Me cantarán el cumpleaños feliz y mamá sostendrá la torta cada vez más atiborrada de velas. Abriré los regalos delante de todos y sonreiré dichosa, jurando que el próximo año, seguro el próximo año, me celebro en una gran fiesta en marzo adonde todos puedan ir. Me llamarán mis sobrinos y hablarán de menor a mayor. Me quedaré hasta tarde lavando platos y vasos en la cocina, mientras mi madre se fuma el último cigarro del día. Y así, hasta el próximo año, cuando vuelva a repetirse el rito del cumpleaños feliz.

17 enero 2008

DEUDA DULCE
Estoy en la recepción de mi edificio con mi notebook, una coca cola, mi cajetilla de cigarros y mi celular. El sol afuera, quema y yo estoy hecha una sopa horrenda: transpiro, tengo un moño cuete y ni una gota de pintura. Pero obligada por los ruidos infernales de la contru que tengo al lado de mi pieza, me tuve que venir a escribir acá abajo mi columna semanal. Tecleo, anoto ideas. Entran y salen vecinos. Paf, suena la puerta de entrada del edificio. Circulan obreros de la contru por fuera. Entra El vecino, guapísimo en sus jeans y me ve convertida en este harapo. Qué mala suerte la mía. Y de repente una señora de pelo blanco y ojos verdes, hermosa, pero con un solo diente, se me acerca a pedirme un cigarro. Se me instala a conversar. La señora me cuenta que es mensajera, que toda su vida ha repartido tarjetas de crédito y bancarias en bicicleta. Que le han abierto la puerta desde sicóticos hasta ángeles reencarnados. Tiene un español exquisito y una cultura envidiable. La señora mensajera escucha a Schubert, lee buena literatura y usa unas palabras preciosas que prácticamente están en desuso. Sus historias me hipnotizan. Dejo tirada la columna. La señora mensajera me cuenta acerca de mansiones donde reinaba el vacío a las que fue invitada a tomarse un juguito de pasada, de un viaje eterno en bicicleta que hizo al campo, de su casa en Conchalí, de los hijos que no tuvo y del porqué decidió no casarse. “Tengo mucho carácter y soy muy decidida. Y a los tipos en general, eso les da miedo. Yo soy muy feliz así, pero a veces, me dan ganas de tener a alguien con quien compartir esta felicidad”, me dice. La señora mensajera me muestra que puede escribir su nombre con ambas manos, se fuma un cigarrillo más, agarra su bicicleta y sale hacia el sol quemante.
Y yo, dejo botada otro rato mi columna porque me quedo pensando en lo que me dijo. A veces yo tengo la misma sensación: asusto porque también tengo mucho carácter y soy muy decidida. Y para más remate, escribo con la honestidad de la guata y no me sé callar. No sé mentir. No sé suavizar. Digo las cosas directamente y eso parece que es muy aterrador. Sin embargo, nunca puedo decir directamente las cosas más dulces. Eso me cuesta más. Eso es lo que a mí, la mujer decidida, me da terror: quedar en evidencia, con el corazón en la mano, hablando cursilerías que quizás reboten contra una muralla. Estoy endeudada en interminables cuotas con mi lado amable. Estoy en deuda con mi corazón mudo. La última vez también lo hice así: S. era un chico muy caballero que me pasaba a buscar y a dejar, me hablaba en dialecto ingenieril, pero siempre terminaba sus historias dulcemente. Era brutalmente inteligente, pero nunca se tiraba flores. Tenía una linda timidez. Pero S. tenía el corazón damnificado y ni él mismo sabía cómo se sentía ese dolor. Todavía no había aprendido a lidiar con ese tipo de cosas, que siempre para un hombre resultan ser más desconcertantes, más sombrías e imprevistas. Dentro de lo que entendía, trató de hacérmelo saber y expresarse. Dentro de lo que yo entendía, traté de simplemente estar, aunque creía que él necesitaba otra cosa: tiempo para escucharse a sí mismo en soledad. Sin embargo, duré muy poco con mi cruzada dulce. Un buen día me dio terror y arranqué, a pesar de que tenía unas ganas feroces de darle un abrazo y decirle que no tuviera pena. Unas amigas avalaron mi huida: dijeron que nadie podía ser enfermera de nadie y que esas cosas pasan sólo con la pomadita del tiempo. En eso, yo estaba de acuerdo. Pero lo mío, no era un plan de rehabilitación. A patadas puedo con mi propia alma. Lo mío, eran puras y blancas ganas de darle un solo abrazo y decirle que no tuviera pena. Pero en vez de eso, sólo atiné a bloquear mi arranque de ternura y bajar la cortina. Correr lejos, bien lejos. Y poner a resguardo una idea de dignidad que cada día me parece más insignificante. Todavía a veces siento el reclamo de ese abrazo en bodega. Y pienso en cómo pagar la deuda que finalmente es conmigo, con lo que yo quería hacer. Sin embargo, lo único que logro es ponerme más candados y obstáculos, para no dejar ese lado de mí suelto por la vida y haciendo de las suyas.
Baja el sol y me llega de frente. Transpiro más y los dedos se me pegan en el teclado. Los vecinos salen y entran del edificio. La coca cola está caliente. Le pongo punto final a mi columna y guardo mis cachivaches para subir y mandar mi texto. Y en la noche sueño que voy en bicicleta repartiendo abrazos casa por casa por toda la gran ciudad.