30 diciembre 2009


Balance 2009



Vieja lo aprendí: los número pesan más que las palabras. Así es que a la hora de los conteos, hago un resumen estadístico del año que se está yendo, a modo de registro estimativo para programar las metas del 2010.

Recuento profesional:

1. Trabajos perdidos: 3

Me fui de Paula por varios motivos. Fue un parto doloroso y lloré una semana. También tomé demasiado pisco sour mientras meditaba mi decisión. Pero finalmente emigré, básicamente por razones de principios. Porque ya no estaba siendo feliz. Porque a la hora de los quiubos, entre plata y felicidad, opto siempre por lo segundo y hasta ahora, creo que es una de las mejoras lógicas que tengo. Las otras dos pegas perdidas son de entrevistadora de Magazine en La Nación Domingo. Cambiaron los mandos y también las órdenes. Olí a autocensura y me pidieron que me "metiera una chiva" a un entrevistado que no querían desde la gerencia del diario en sus páginas. Ahí me retiré. Pobre, pero digna. Tercera pega perdida: una entrevista medio lesa en una revista de una constructora. Querían a personajes top para hacerle preguntas indiscretas acerca de cómo habitaba los espacios de su hogar. El pudor fue más fuerte.

2. Trabajos ganados: 1 De Paula me fui a la revista Ya de El Mercurio a colaborar. Y fue uno de los grandes aciertos de este 2009. A pesar de que físicamente no voy mucho para el diario (es un pique más o menos desde donde vivo) estoy gratamente sorprendida con la gente de la revista. Toman en cuenta mis ideas, confían en mi capacidad y siempre están al agüaite para ayudarla a una en caso de incendios. Mi editora nueva, además, es un sol, aunque suene chupamedias.

3. Trabajos estables: 2

Persistí en dos frentes este año (y espero que también en el próximo): como columnista en LUN - he incursionado también como modelo senior en algunas fotos de la columna con gran éxito entre el público masculino, modestia aparte - y como profesora de Medios y Técnicas Narrativas en la Portales, algo que adoro hacer. No se me nota en clases, pero soy una profesora mamona. Y en el fondo, aunque los lesee y les exija, quiero mucho a mis alumnos. Y ando pecho paloma cuando veo que están avanzando.

4. Ingresos extra: 0

Gracias a Dios soy una mujer previsora.

5. Gastos extra: 1

Compré un nuevo notebook. El viejo tarro es muy pesado, aunque ahora lo limpiaré y se lo daré a mamá para que escriba sus historias. (Le pega, la señora)
6. Oficio nuevo: 1
Cantante aficionada de karaoke. El público me ha alentado a seguir. Os quiero, os amo, os adoro.
7. Premios obtenidos: 1
Un premio de periodismo de la PNUD y la agencia de noticias SIP. Chochera total.


Recuento en salud:

1. Recaídas patológicas: 1

Pensé que estaba curada pero no. A fines de este año, empecé de nuevo a levantarme semi dormida para comer galletas de noche. Una casi tuvo trágicas consecuencias: me resbalé en la cocina con un poco de jugo que había caido al suelo y por afirmarme en la mesa, quedé con una horrible cicatriz en el brazo. No importa: si me hubiera caido sin más, perezco sola en mi departamento. Sin pena ni gloria y en un pijama bastante poco hot.

2. Mejoras: 1

La más importante de todas. Durante el 2009, todos mis exámenes de mi calvario, salieron espectaculares. El doctor me dio el alta. Y yo me apoyo con vitaminas para el futuro.

3. Kilos de más: 5

Voy a demandar a ese gimnasio. Sigo yendo a clases de spinning. Transpiro como una yegua. Y así y todo, subí de peso. El colmo. Sospecho que el pisco sour tiene harto que ver con esto.


Recuento afectivo amoroso personal

1. Pololo con doble personalidad perdido: 1

Sin comentarios. Sólo que estoy muy agradecida de haber visto las cosas a tiempo.

2. Reencuentros del tercer tipo con el pasado: 2

3. Arrepentimientos por reencuentros del tercer tipo con el pasado: 1000

4. Ahijadas ganadas: 2

Tienen 12 y 11 años y viven en un hogar de niñas en Buin. Vinieron a pasar la navidad conmigo y me dieron los días más intensos y emocionantes de este año por lejos. Me dijeron mamá, pero seré su madrina. (A todo esto, las extraño como china)

5. Episodio de violencia intrapololear: 1

6. Cuñado misógino de nombre insólito perdido: 1

Gracias al señor y a todos los santos.

7. Jotes en su camino: varios

8. Pretendientes serios: quién sabe. No pongo las manos al fuego por nadie.

9. Citas: 2

Una, muy decepcionante. La otra, la mejor que he tenido hasta ahora. Lo pasé flor. Y lo más importante de todo: acepté salir. Porque esa es la otra: siempre ando a la defensiva y digo que no. Y esa vez, dije sí. Un avance de mi parte. Estrellita para mí. Y una suertaza del caballero en cuestión, que me pilló sin las barreras de costumbre.

10. Amigas perdidas: 2.

11. Amigas ganadas: varias. Todas gracias a la colaboración de Carlita, más conocida como semilla de maldad. Las quiero chiquillas del Harepoki. Te quiero, Ceci de Carlita.

12. Ramos de novia agarrados: 1


Saque ud sus propias conclusiones.

Adiós 2009. Bienvenido 2010.





07 diciembre 2009


Hace unos años, llegó a mis manos el fantástico artículo de la talentosa periodista Andrea Lagos llamado Retrato de un Poeta Suicida sobre la vida, obra y muerte del poeta Rodrigo Lira, muerto en Navidad. Ahí hay extractos de un Curriculum Vitae que Lira escribe con humor, sensatez y honestidad brutales. Un curriculum muy poco convencional que revela la genialidad de un poeta único. Hace poco, releí el artículo y decidí aventurarme a elaborar mi propio currículum a lo Lira. Jamás para compararme con él, no le llegaría ni a los talones. Sí, para entenderme un poco más. Y esto fue lo que resultó.

Currículum Vitae



Datos Personales:

Nombre: Mantengamos el misterio: la postulante tiene el nombre artístico de Pepa Valenzuela
Fecha de nacimiento: 4 de febrero de 1981
Estado Civil: Soltera (Mitad de mala suerte y mitad de maña de la postulante quien no deja de frustrarse al respecto)
Profesión: Periodista libre, libertaria, mas no libertina

Antecedentes de estudio:

a) Enseñanza universitaria: Facultad de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile 1999-2003. A pesar de sus pocas ambiciones materiales, la postulante debe reconocer que estudió ahí no por razones políticas ni religiosas, ni siquiera por prestigio académico. Ya le había dicho su padre que ser periodista no le traería grandes dividendos no importando dónde estudiara esa “porquería”, vocablo que pronunciaba con una marcada papa en la boca para darse aires de grandeza. La postulante acabó en la Pontificia Universidad, a pesar de tener una relación absolutamente de amor-odio con un Dios que ella tutea patudamente, luego de ir personalmente la biblioteca de las dos opciones que barajaba. Después de comprobar que en la Universidad de Chile la biblioteca se caía a pedazos y no había más que un par de ejemplares de libros antiquísimos y de ver con sus propios ojos el paraíso de letras que tenía la Universidad Católica, terminó quedándose ahí. Aún sabiendo que sus compañeros serían en su gran mayoría hijos de papá, una categoría juvenil que hasta ese entonces la postulante despreciaba profundamente.

b) Enseñanza media
Saint Gabriel´s English School, 1995-1998, un colegio británico, el menos millonario de todos en Santiago donde la postulante gritó a los cuatros vientos que no quería estar hasta sus doce años. Sentía la postulante que ése no era el mundo que le correspondía, algo que podía percibir viendo a sus vecinos, todos matriculados en colegios fiscales con número. Pero ante la insistencia de su madre, una secretaria bilingüe que a las alturas de matricular a su única hija en un colegio, ya tenía noción que tendría que darle herramientas decentes para un futuro donde no contaría con su padre, un acérrimo avaro, a la postulante no le quedó otra que aguantar. Hasta que descubrió que en el mundo de adinerados también había amigos valiosísimos y se dejó de reclamar.

c) Enseñanza básica:
Saint Gabriel´s English School, 1986- 1994


Otros antedentes de estudio

a ) Idiomas:
La postulante escribe, lee y habla fluidamente el inglés –con un marcado acento británico que ella exagera para no pasar vergüenzas – pero nunca logró siquiera pronunciar el francés. Aunque la postulante entiende algo del idioma, considera que es incapaz de realizar el esfuerzo gutural que éste implica. Tampoco le importa demasiado: creyó entender hace muchos años que el castellano es el idioma más rico de todos.

Experiencia laboral

La postulante no registra antecedentes laborales en otras áreas más que el periodismo escrito, exceptuando el rol de empaquetadora de regalos navideños que desempeñó a sus 16 años exclusivamente para comprarle una vajilla nueva a su madre, a estas alturas, retirada contra su voluntad de la fuerza laboral por acercarse a la descomunal edad de cincuenta años. Sin embargo, desde los siete años la postulante no ha parado de escribir. Primero, poemas cursis pero predictivos. Luego revistas para sus cursos escolares. Después, cuentos que a decir verdad, son malísimos y la madre de la postulante guarda sagradamente para vergüenza de la hija. Hasta que el periodismo, pero principalmente un aviso del diario llamando a columnistas jóvenes a concursar para escribir un diario nacional, la salvó de la cursilería – aunque no del todo cuando la postulante se conmueve con historias humanas. Desde entonces la postulante tiene una doble vida: una de columnista donde firma como Pepa Valenzuela heroína honesta, que el 90% del tiempo fracasa en sus cometidos, sobre todo en los amorosos, y la otra de periodista seria, donde la postulante efectúa entrevistas, perfiles, reportajes y artículos que firma con su nombre real y publica donde haya un editor dispuesto y buena voluntad que aún crea en el periodismo de verdad (La postulante registra renuncias y consecuentes mermas en sus ingresos, cuando no está de acuerdo con líneas editoriales, jefes explotadores o editores con ganas gerenciales)
Hasta ahora, la postulante sólo ha tenido un trabajo fijo, como reportera y redactora en revista Fibra. Desde entonces, ha deambulado como periodista colaboradora por casi todas las revistas nacionales. Hasta ahora, la postulante trabaja desde su departamento de 37 metros cuadrados (sin terraza) desde donde escribe principalmente de día. La postulante teclea muy rápido y no para la grabadora para descasetear, generalmente se demora muchísimo en aceptar la primera línea de sus textos y cuando termina, se pregunta cómo la leerán los protagonistas de sus historias. A las ocho en punto, a la postulante se le apaga el cerebro y debe irse a dormir o a leer para no escribir estupideces. Duerme mal: a veces se levanta a mitad de la noche para comer galletas semi dormida. Y otras, tiene sueños predictivos, la mayoría de las veces con un ex novio que ella ha idealizado en su memoria, pero que en el recuento objetivo de los hechos, sólo ocasionó grandes descalabros en su vida.

Premios obtenidos

La postulante ha obtenido dos veces un premio otorgado por la Comisión Europea por defensa de derechos humanos y democracia, a sus 25 y 26 años respectivamente, cosa que en su país nunca se supo. El día que estaba recibiendo su primer premio en Bruselas, la portada de los diarios nacionales era un topless de la ex reina nacional de belleza, Cecilia Bolocco, algo que enrabió más que nada a la madre de la postulante que a ella. En Chile, la postulante sólo registra una mención honrosa por un reportaje sobre la vida íntima de los animales del zoológico de Santiago, un diploma por su hermosa caligrafía en primero básico, tres títulos de mejor compañera en el colegio y un reconocimiento a sus buenas piernas en la Universidad.

Otras actividades:
- La postulante pinta a veces, cada vez menos, cuadros excesivamente coloridos a los que últimamente les pega florecitas, botones de rosas de género, fotos antiguas y brillos.
- La postulante lee compulsivamente, sobre todo las tardes de sábado y domingo antes de quedarse dormida.
- Dos veces a la semana, la postulante acude sagradamente a un gimnasio cercano a su hogar para transpirar la gota gorda en bicicletas estáticas. Lo hace por dos razones: sacarse el estrés de encima, que en el caso de la postulante se aloja como un nudo ciego en la parte trasera del cuello y para mantenerse relativamente contorneada. La postulante es vanidosa, aunque no en exceso: ha empezado a usar productos de belleza básicamente por una columna consumista que tiene, pero aplicarse cremas y productos le da una lata espantosa. La postulante quiere envejecer con dignidad.
- Los días viernes la postulante, en pijama, realiza el aseo completo de su mini departamento. Es muy limpia y odia el desorden y la mugre.
- Últimamente, la postulante acude a un karaoke junto sus amistades a modo de terapia después de unas horrorosas decepciones amorosas que a la postulante le provocaron hasta vómitos. Ahí, despliega todo su potencial artístico y entona principalmente canciones de odio de Gloria Trevi, a quien la postulante denominó “la trovadora”, Myriam Hernández para vergüenza de sus amistades, y Paulina Rubio.
- La postulante fue bailarina de danza polinésica durante cuatro años. Ahora le encanta bailar merengue y salsa, pero exclusivamente con alguien que le dé confianza y la sepa llevar bien. La postulante es chúcara: no baila con cualquiera, menos con desconocidos producto de una patológica desconfianza en los hombres que sembraron sus dos novios anteriores. Pero cuando encuentra bailarines dotados y conocidos, la postulante se entrega al ritmo sin muchos pudores.
- La postulante imita el video La Loba de Shakira con horribles secuelas físicas.
- La postulante toma pisco sour en cantidades considerables.
- La postulante fuma como china.
- La postulante le habla a sus plantas y ve Friends los sábados por la mañana.

24 noviembre 2009


Así terminó Pepicienta


22 noviembre 2009


Apuntes sobre el territorio amoroso
novedades:

67. El hombre de antes, distinguía dos tipos de mujeres: la mujer para casarse y la mujer para pasarlo bien. La mujer para casarse era una señorita educada y ojalá muy discreta en todo aspecto que ellos pudieran imaginar como la santa madre de sus hijos. La mujer para pasarlo bien era la que ellos, en el fondo de su corazón, habrían querido todas las noches en su cama, pero que jamás le hubieran presentado a su familia circunspecta. Las mujeres para casarse obtenían la estabilidad del hombre de antes. Las mujeres para pasarlo bien, su amor aunque a escondidas. El hombre de ahora, ese que está en la quemada de las decisiones, ya no hace la misma distinción. El hombre de ahora distingue otros dos tipos de mujeres: la mujer fácil de llevar y la mujer difícil de llevar. La mujer fácil de llevar, es que la que se parece a su madre y jamás les llevarán la contra. Esas son las mujeres para casarse de hoy para el 95% de los hombres actuales. La mujer difícil de llevar es la par, la mujer independiente, con opinión, que los hace cuestionarse y en el fondo de sus corazones, les aporta la intensidad, la chispa, el remezón. Las mujeres difíciles de llevar son las que quieren, pero no se atreven a tener. Son las entretenidas que añoran, pero que terminan estando solas o para la diversión del hombre de ahora quien a la hora de los quiubos, se quedará en definitiva con la mujer fácil de llevar para la vida entera. Aunque con ello, se aburran por el resto de sus cobardes días.
68. El lesbianismo es una opción sumamente inteligente.
69. El hombre sin ganas es una lata. El hombre con demasiadas ganas es un peligro ginecológico.
70. En el fondo de cada mujer, hasta de la más independiente, hay una princesa estúpidamente rosada que espera al príncipe azul. En el fondo de cada hombre, hasta del más sensato de todos, hay un actor porno imparable.
71. Nada más peligroso en el mundo que una mujer dolida.
72. Un dato: no hay nada más sencillo en el mundo que reconquistar a una mujer.
73. La democratización del sexo acabó con el romanticismo. Ahora, como el objetivo sexual está tan al alcance de la mano, no hay necesidad de grandes proezas amorosas para conseguir algo que se estima como un intercambio básico de necesidades. Aunque este ítem se considere como una modernización social de avanzada, es falso: el fin del romanticismo por la democratización del sexo, sólo nos ha reducido a la versión más primitiva del mundo animal.
74. Para el hombre narciso, el objetivo amoroso sólo es un medio para enamorarse más de sí mismo.
75. El que busca desesperado, encuentra improvisaciones, que como tales, casi siempre resultan de mala factura.
76. Hay dos razones – una efectiva y la otra no – por las cuales las mujeres vomitamos verdades e insultos después de un desplome amoroso. La primera, es la salud mental propia. La segunda, el intento de remezón para que el otro cambie, con una o en el futuro con otras. Vomitar por exclusivas razones de salud mental es una terapia que la mayoría de las veces, resulta ciento por ciento exitosa en la medida en la que una tenga claro que con el otro ya no quiere una segunda vuelta ni nada por el estilo. Es decir, cuando una lo hace sólo con el egoísta objetivo de sacarse un peso de encima. Pero vomitar para intentar remecer al otro con miras de cambio, es un sinsentido que jamás funciona. La gran mayoría de las personas y sobre todo los hombres, odian que les digan sus defectos. Por lo tanto, sólo tomarán ese vómito como la comprobación de que no tienen nada que hacer con alguien que les descubrió las fallas y nunca como un incentivo para hacerse mejores productos amatorios. Por lo tanto, si quiere provocar un cambio, guárdese sus verdades y sus docentes ganas de dar una lección de vida. Frente a eso, la única perjudicada será usted.
77. El peor momento de una relación amorosa no es el quiebre, sino la incertidumbre.
78. En materias amorosas no se pueden hacer declaraciones de principios tajantes. Casi siempre, lo que una jura que no hará jamás termina haciéndolo con el escupo en la mitad de la cara.
79. Hay hombres y mujeres que sólo aman cuando no las aman. Dime que no, como decía Arjona. Pero eso no tiene nada que ver con el amor. Eso, aquí y en la quebrada del ají se llama masoquismo.

09 noviembre 2009



Duelo triple

Por Pepa Valenzuela

Estoy en pijama, con los ojos hinchados de tanto llorar y el pelo revuelto cuando suena el timbre de mi departamento. Es la Carlita. Viene en mi rescate con una coca cola light en la mano y un paquete de cereales en la otra. “¿Viste? No te traje pisco sour”, me dice mi amiga y entra como Pedro por su casa, me da un abrazo de oso mientras yo le mojo con lagrimones su polera, se hace unos cereales con yogurt, me da bebida y se sienta en la alfombra de mi living. Hace un mes justo que a las dos, a las tres en realidad, porque la Cata no está porque está en las clases de su diplomado, pero anda en las mismas que nosotras, se nos desmoronó el mundo. Fue de un día para otro y como en un efecto dominó. Primero la Cata terminó una relación de dos años y medio sin recibir ninguna explicación razonable. Después vine yo, con un quiebre que me pilló absolutamente desprevenida en plenas fiestas patrias y en casa ajena. Y luego, la Carlita, quien hacía meses se hacía la loca supliendo el hecho de que en su hombre, le faltaba todo lo que ella necesitaba. Desde entonces estábamos las tres muy juntas. No nos dejábamos solas, por temor a caernos al suelo de la pena. Nos estábamos acompañando en un duelo triple y en la reconstrucción dando entre las tres, palos de ciegas. tres mujeres decepcionadas no son precisamente un acierto de cordura. Primero, conversamos. Conversamos hasta que nos cansamos de hablar de nuestros respectivos temas y desenrollar las madejas que nos habían dejado hechas pebre. Después, salimos. Salimos y nos tomamos hasta el agua del florero mientras hacíamos como que estábamos en nuestro mejor momento. La Carlita, cantaba en karaokes. Yo la acompañaba y la Cata nos daba apoyo moral mientras movía su humanidad tras bambalinas. También, coqueteamos. Y creímos ver señales divinas donde evidentemente no las había. Tuvimos pesadillas: la Carlita soñó con pilas supersónicas, la Cata con su hombre metido con muchas mujeres y yo, con verme de novia, pero horriblemente peinada. Y por último, nos detuvimos un poco para darnos cuenta de lo obvio: que la pena no se pasaba y necesitábamos seguir llorando un poquito más. La Cata lamó a su ex. Yo llamé al mío. Y la Carlita, entró en el autismo amoroso. Mientras les pedí a las dos, que por favor, frenáramos el desenfreno. Y hoy día, a la Carlita, que por favor viniera a darme un abrazo porque mi cuerpo no podía más con la tristeza.
La Carlita me da bebida, me enciende un cigarro, me escucha y luego dice lo que haría en mi lugar. Lo anoto mentalmente porque creo que ella está en mejores condiciones que yo para tener la custodia de mi comportamiento. No exponerse más, dice la Carlita. No buscar más respuestas del otro. No al sentimiento de culpa ni al autocastigo. Sólo apelar a la tranquilidad, a la convalescencia a solas. La Carlita, que es sicóloga, viene con look nuevo. Estaba rubia, pero ahora está morena. Le pregunto por qué se tiñó, si rubia se sentía tan contenta y llamativa. La Carlita no me contesta, pero se le aguan los ojos. Entonces sé que es el castigo que se impuso y la pillo de sorpresa con esa afirmación. “En realidad, es cierto. No quiero que nadie me vea. Quiero ser invisible”, me explica y se ovilla sobre su propio cuerpo. Yo la abrazo y le saco el pelo moreno de la cara. La Carlita me dice que no entiende nada de lo que está pasando. Que no sabe por qué nos tocó a nosotras y a estas alturas, tan aterradoramente cerca de los treinta, estar de nuevo solas. Yo tampoco tengo una respuesta para eso. Pero cuando las dos estamos echadas sobre mi cama viendo Donde Está Elisa y nos tapamos los ojos con las dos manos en el final del capítulo, al menos agradezco que ahora, cuando más las necesito, tengo a dos amigas que a pesar de estar igual de tambaleantes que yo, vienen a mi rescate cuando grito.

30 octubre 2009

Viaje a la decepción
Por Pepa Valenzuela

La desesperanza es un terreno entre la decepción y la muerte del alma. Primero, una aterriza en la decepción y cae en la cuenta de que toda la culpa del viaje es de las jodidas expectativas. Y luego, después de visitar muchas veces la decepción, llega a la desesperanza. A un terreno negro que te bloquea cualquier fe de futuro y que te hace dudar por primera vez si la reserva de un final feliz para ti realmente existe. Por eso, la desesperanza es un terreno peligroso, el más peligroso de todos: si esa duda se transforma en certeza, no queda otra cosa que la muerte del alma. Y por lo tanto, el fin de todo. Yo, todavía, dudo. Y al menos, tengo la voluntad de no convertir esa duda en una certeza. Aunque la desesperanza, a ratos, me traga la voluntad.
El otro día, llegué a la casa de una escritora de cincuenta y tantos, llena de plantas y de libros. Cuando me abrió la puerta, tenía los ojos vidriosos. Me dijo: "Au, vienes con fotógrafo y yo estoy fea porque estaba llorando un poquito". La escritora visitaba por esos días el terreno de la decepción. Había descubierto meses atrás que su amor por más de veinte años, tenía otra mujer. Y ella, que se creía desconfiada por naturaleza, viva, cayó violentamente en ese territorio amargo cuando lo supo. "De todas las personas del mundo, pensé que el único que no me iba a traicionar, sería él", me explicó ella. Y luego me dijo: "Entonces lloro por su muerte. Porque cuando pierdes a alguien que amas, es como si esa persona si hubiera muerto". Por esos días, yo también atravesaba el pantano de la decepción y gracias a las palabras de la escritora, entendí que también estaba lidiando con un duelo. Con la muerte de alguien a quien amé profundamente a pesar de nuestras diferencias y que tampoco pensé jamás que terminaría decepcionándome. Entonces, cuando llegué a mi casa, lloré. Lloré igual que la escritora: sin hipo, con calma, con ese dolor sin vueltas ni arreglos que tiene la muerte.
Días más tarde, reviví mis visitas anteriores a la decepción. Habían sido varias visitas. Demasiadas para lo que creía merecer. Y también comprobé que la mayoría de ellas, habían sido provocadas por hombres. Por los hombres de mi vida. Desde mi padre hasta los hombres que en algún momento, debieron cuidarme y acabaron arrojándome a esos viajes eternos y oscuros. También me di cuenta de que había un solo recuerdo al que me podía aferrar. Que había en mi memoria, un solo hombre que hasta ese instante, no se me había muerto en el alma. Su recuerdo era una estampita luminosa que al cabo de otras decepciones, me ayudaba a regresar a la vida esperanzada. Ese hombre también había tenido sus peros, como seguramente yo los tengo y los tuve para él y los demás. Pero su única diferencia es que había enmendado sus errores. Tuvo en su momento, una voluntad temeraria para resolverlos. Al menos, para asumir que no eran lo que habría querido hacer. Ahí supe algo más importante aún: la gente no te decepciona cuando no se ajusta a tus expectativas, cuando permanece perfectamente ante tus ojos, cuando no comete errores. La gente te decepciona cuando descubres que no son capaces de ver sus peros, cuando no les importa verlos, cuando no tienen la voluntad de resolverlos, cuando prefieren arrojarte al vacío de la decepción antes que desanudar los nudos que han hecho en tu corazón. Lo que decepciona de un otro es la indiferencia, la crueldad, que te dejen varada en la incertidumbre sin respuestas ni excusas. La decepción llega cuando te das cuenta de que al otro, tú no le importas nada. Cuando haces preguntas y no tienes respuestas. Cuando descubres, desarmada, que deberás hacer un esfuerzo sobrehumano por contestarte sola, volver a creer en ti sin que ninguna evidencia respalde tu convicción. Y así puedas salir del paso hacia la muerte del alma, antes de que la desesperanza te trague por completo.

11 septiembre 2009


Apuntes sobre el territorio amoroso.


Sí, señores. Este es un manual que una nunca termina de construir. Dejo testimonio de mis recientes hallazgos amorosos que se suman a los ya expuestos aquí.

1. Sin ilusiones: la mala hierba nunca cambia.
2. Nadie le quita tiempo a nadie. La gente pierde tiempo en cosas sin valor amoroso con su total y porfiado consentimiento.
3. Una buena cuota de amor funciona como antídoto contra el orgullo. Si el orgullo no desaparece, quiere decir que la dosis de amor no era suficiente para tamaña enfermedad.
4. Los polos opuestos se atraen y se mantienen exclusivamente cuando comparten una sola cosa en común: la disposición de entender – aunque no se comparta – al otro y respetarlo en su diversidad.
5. El miedo en la cancha amorosa es igual a la impotencia en la cama: ningún partido que se juegue bajo esas circunstancias, llegará a un final feliz.
6. Con delicadeza, no hay temas tabúes posibles entre dos que se aman. No tocar ciertos temas implica anular al otro y perder la posibilidad de crecer a través de su mirada.
7. A hombre parche curita no se le miran los dientes.
8. El hombre cree que manda y hace alarde de ello. La mujer manda y para callado.
9. En la comunicación emocional, las mujeres somos profesoras de nuestros hombres: ellos parten negándose a tales fines cursis, comienzan a tropezones sin saber bien qué sienten y terminan llorando como magdalenas cuando pierden lo irrecuperable.
10. A reina muerta, reina puesta. A rey muerto, duelo de larga duración.
11. Se pilla antes a un mentiroso que a un mamón.
12. A mayor cantidad de mujeres, mayor es la autoestima del hombre. A mayor cantidad de hombres, mayor es la frustración de una mujer.
13. El porno y los cuentos hadas debieran pagar una indemnización por publicidad engañosa y las consecuentes y constantes roturas de expectativas.

25 agosto 2009

Vecina Furiosa (I Parte)



1. El otro día, intentando rebajar los altos costos de mi vida, me di cuenta de que mi cuenta VTR era demasiado alta. Llamé para saber por qué. Y en exactamente hora y media de llamadas y traspasos a operadores completamente inútiles, comprobé que tanto VTR como Entel me habían fregado: VTR me vendió una línea telefónica sucia. Es decir, un número de teléfono que antes perteneció a un Jorge algo quien contrató servicios extra que la compañía no se dio la lata de eliminar cuando me cedió el número a mí, a pesar de que era su obligación legal. El servicio extra que llevaban un año y medio cobrándome sin haberlo contratado, era un carrier de Entel. Y Entel también estaba fregándome todo ese tiempo, a pesar de que quien contrató el servicio de 4 lucas extra no fui yo. Despotriqué en contra de ambas compañías, dejé los reclamos correspondientes e iré a la Subtel para que los multen. Malditos aprovechadores.

2. El vecino del departamento de arriba, mete más boche que cumpleaños de monos. Parece que caminara por su casa pateando muebles y dejando caer pianos a su paso. Y esos remezones retumban en mi techo y me asustan. Un día le toqué el timbre para pedirle más silencio. Se hizo el gil y por ahora lo sigo escuchando y maldiciéndolo cada vez que anda con la indiada. Lo que digo es lo siguiente: si quieres meter ruido, ándate a vivir a un cerro, donde no molestes a nadie. Cuando vives en un condominio, tienes que ser consciente del vecino de al lado, el de arriba y el de abajo.

3. Después de haber reprobado el examen práctico de manejo una vez, haber insultado al profesor y haber llorado como cabra chica picada una tarde entera, al fin pasé la prueba y saqué mi licencia de conducir. Junten miedo, conductores de Santiago. El asunto es que hoy fui a retirar mi carné de conducción y esperé DOS horas en la Municipalidad de Santiago para que me lo dieran. Los funcionarios, operados de los nervios, ni se inmutaron con el cúmulo de usuarios choreados que tenían en frente. Pero yo, terminé con el colon en la mano. Tenía demasiadas cosas qué hacer como para perder dos horas mirándoles las caras. Cero respeto por el tiempo de los demás.

4. Al teléfono de mi casa me han llamado desde que vivo aquí:

- Sebastián Piñera para pedirme que me inscriba. (Sr Piñera, ya estoy inscrita y mi voto, evidentemente no es para usted. Y no me vuelva a llamar a mi casa porque yo no lo ando llamando a la suya para pedirle préstamos o que se retire de la carrera presidencial o lo que yo estimo mejor para este país)

- Katherine Salosny para pedirme plata para una Fundación. (Kathy: Fundación Pepa Valenzuela también requiere urgentemente fondos para su miserable socia fundadora quien moriría de vergüenza antes de pedirle plata a alguien. Creo que tú estás en mejor pie para ayudar que yo)

- Joaquín Lavín. No alcancé a saber para qué. Al escuchar su nombre, corté inmediatamente de puro espanto.

- Leíto Caprile. (Perdóneme don Leíto, pero tuve que cortarle rápidamente: estaba trabajando como negra para ganar una veinteava parte de lo que ganan ustedes en la tele)

- Banco Falabella en innumerables oportunidades para ofrecerme créditos millonarios (Si necesito plata, yo iré a la institución que me parezca conveniente. Hasta ahora Banca Mamá es la más considerada del mercado)

- Entel y Telefónica hasta el hartazgo. (Señores: cuiden sus rascacielos. No subestimen la capacidad incendiaria de una vecina hasta la coronilla con sus insistentes ofertas que de ofertas tienen poco y nada)

- Y esto no sé si fue o si no, porque caí en una especie de trance. Pero al menos, un día creí escuchar: "Hola, te habla Felipe Camiroaga". Escuché toda la grabación en éxtasis y no pude emitir ni un miserable pío. Por eso ahora respondo. (Felipito, disculpa mi mutismo al otro lado de la línea. Pero tú sí puedes llamarme cada vez que quieras, a la hora que quieras, para lo que quieras. Incluso a mi celular, Felipito mío)

5. En dos semanas he escuchado al menos seis veces la siguiente odiosa frase: "Se cayó el sistema", con su variable, "No me aparece en el sistema". Conclusión: si algún día descubro quién fue el tarado que diseñó el concepto "sistema", irá a parar derechito a Sonrisa de Inoperante. Lo juro.

21 agosto 2009

Temporada de huracanes
Por Pepa Valenzuela

Las cosas han estado revueltas allá afuera. Se fue Guillermo, antes de que alcanzáramos a decirle que lo queríamos de regreso. Su despedida estuvo repleta de periodistas, editores, directores y dueños de medios que al final de sus días no fueron capaces de remediar su desazón: lo único que quería Guillermo era volver a empezar. Escribir las grandes crónicas de las que era capaz, recuperar el espacio que le correspondía, hacer periodismo del bueno, ése que por estos días está muriendo a manos de gerentes desesperados por las cifras rojas y directores que agachan el moño sin chistar a cambio de mantener la peguita. (Muchos apóstoles del buen periodismo, Guille, le dieron vuelta la espalda. Al buen periodismo, Guille, le quedan pocos abogados que lo defiendan). La noche de su funeral, soñé con él. Lo veía con una de sus poleras medio apretadas, a lo Titán Do Nascimento, y me abrazaba como un oso. Supuse que eso era una especie de delegación misteriosa y no me equivoqué: a los pocos días tenía a tres alumnos en mi casa que iban a hacer su tesis con Guillermo y que ahora yo guiaré. Espero no defraudarlo.


Hace unos meses, perdí a otra amiga. Una amiga con la que estuve en sus peores momentos, una amiga por la que recé para que siguiera con los pies en esta Tierra y que de un momento a otro, descubrí que estaba más lejos de lo que jamás esperé. Cuando las formas son parecidas, cuesta entender que los fondos sean completamente opuestos.


Otro huracán me tuvo dando vueltas en el aire, revolviéndome las ideas y el alma, durante muchas semanas. Cuando pasó y me recuperé del mareo, tomé una decisión: partir de la revista. Irme del territorio conocido donde acampaba hacía años y sin despedirme de nadie. Ahora ando en busca de nuevos espacios donde pueda quedarme con la conciencia tranquila, haciendo lo que sé hacer, pero sobre todo, un lugarcito donde me quieran y me respeten. Y si no lo encuentro, me lo voy a fabricar. Por eso mismo, he estado reclutando compañeros de viaje, socios en esta reconstrucción de las cenizas. El problema es que muchos de ellos, están cansados de tanto vagabundear y han perdido la fe de encontrar alguna vez el paraíso. Yo sigo convencida de su existencia. Yo soy una de las pocas abogadas defensoras que van quedando.


En los últimos días también vi a mi hermano llorar. Lloraba con una pena con la que no lo había visto nunca. Mi hermano es un gordo optimista, lleno de proyectos visionarios que nunca lleva a cabo, un papá que se desdobla por sus cinco hijos con una sonrisa de oreja a oreja aunque eso signifique practicamente no dormir. Por eso verlo llorar de pena, me partió en dos.


Con mamá iremos a ver a Paul Anka. Le regalé unas entradas que me dejaron literalmente en bancarrota, pero vale la pena estar en esta miseria: mamá lleva 28 años hablándome de cómo bailaba chick to chick al son de Paul Anka cuando era joven. Y nunca ha ido a un concierto. Creo que va a ser una noche que jamás podrá olvidar.


Con José peleamos poco, pero siempre por el mismo tema. No puedo dar más pistas: José adora su anonimato y yo se lo respeto, aunque me cuesta un mundo. Pero aunque peleamos, y cuando no peleamos pareciera que estuviéramos peleando (él me dice que calladita me veo más bonita y yo, le canto solteros sin compromiso en son de amenaza de una supuesta plr), seguimos juntos. Nos acompañamos en todo. Y sinceramente no puedo imaginarme sin él. Repito: más pistas, no puedo dar. Sólo puedo decir que la temporada de huracanes pasa más rápido y sin miedo con José a mi lado.










28 julio 2009

Don Roberto, a la izquierda. Y don Guillermo a la derecha.

Adiós Don Guillermo


Fue mi primer jefe, pero nunca me lo dijo. Yo tenía 23 años y había llegado a la revista Fibra como practicante gracias a Roberto Merino, el editor, mientras él andaba fuera del país. Creo que había ido a España a entrevistar a Camilo Sesto o a Corín Tellado, de eso ya no me acuerdo. Pero el asunto es que cuando volvió, no se presentó. Y se instaló con sus buzos y sweaters destartalados al lado de mi computador para hablarme de lo humano y lo divino durante horas mientras yo lo miraba con cara de pregunta y le escudriñaba sus dedos gordos, masticados, llenos de pellejitos, hechos un desastre. Guillermo Hidalgo, el director de Fibra, uno de los fundadores de The Clinic, el magistral Titán Do Nascimento que daba consejos integrales a punta de chuchadas, lejos el mejor entrevistador que he conocido, era así: sencillo, desastroso, desordenado, medio brutanteque, ni ahí con los títulos ni los cargos, bueno para el garabato, un conversador de lujo. También un maestro de aquellos. Recuerdo que me regaló una tarde entera en su oficina para enseñarme a editar un texto. Nos sentamos a revisar un reportaje mío sobre las Torres San Borja. Guillermo se dio la lata de editarme con lápiz y papel, explicándome cada porqué, con una paciencia de santo mientras fumaba y fumaba sus Malboro Light. Lo hacía porque le importaba. Porque creía que se podía hacer mejor periodismo. Porque era tan genial, que compartía todo lo que había aprendido en años de cancha y calle, con los demás. Así son los hombres verdaderamente talentosos.
Guillermo amaba a Elvis Presley. Decía que la canción más romántica del mundo era You Were always On My Mind porque en el fondo “dice: fui un huevón culiado, maricón, te dejé botada, pero siempre estuviste en mi mente”. Le gustaban las viejas pin up y a casi todas las mujeres les encontraba a alguna gracia, aunque nunca se casó. Le daba miedo, cosa, como niño chico que era. También era un gozador: le gustaba comer gordas con papas cocidas en un restorancito frente al Forestal, tomarse sus buenos copetes y fumar como condenado mientras despotricaba en contra de quienes manejaban los medios. Se entusiasmaba tan fácilmente como caía en una pena negra que pasaba a solas en su departamento de soltero. Cuando la Telefónica acabó con la revista, saltó de las repentinas ganas de hacer proyectos nuevos, a sentir que no había espacios para él en ningún medio, en ninguna parte. Era tanta su pasión periodística que sin ella, se perdía. Hace más o menos dos meses, saliendo de la Universidad pasamos a una shopería de mala muerte a tomarnos un café. Para variar, despotricamos en contra de los medios, la crisis, ciertos editores. Ahí me dijo que había escrito a El Mercurio reclamando porque el cuerpo de Reportajes estaba “editado como las huevas” y que lo habían llamado para que lo corrigiera. Mientras se rascaba los rulos negros, me preguntó si debía aceptar o no a mí, una pendeja que podría haber sido su hija. Después nos fuimos en Metro hasta Copesa. Yo iba a Paula y él a una pauta en La Tercera. Guillermo se compró unas nueces y las masticó hablando a mil por hora dentro del vagón. Iba con un cuaderno, un lápiz bic y un libro en la mano. Nunca andaba con bolsos ni maletín. Hace dos semanas, antes de irme al norte, lo volví a ver. Junto con otros colegas estábamos preparando un proyecto en el aire, de esos que a él le gustaban tanto, y queríamos incorporarlo. Le dije que tenía algo que contarle, que estábamos maquinando algo. Guillermo estaba rodeado de alumnos como siempre, en el patio de la Universidad, fumando sus Malboro. “La raja, Pepa. Estoy listo para volver a empezar”, me dijo. Y quedamos de juntarnos a mi regreso. Pero no alcanzamos a vernos de nuevo. Porque entremedio, Guillermo se refugió en la soledad que había escogido, en su departamento de soltero y el corazón se le paró de un momento a otro y nadie estaba ahí para auxiliarlo. Y hoy, que voy a despedirlo, a comprobar lo que aún no creo, que ya no está, que ya no fumaremos ni despotricaremos juntos, que no trabajaremos en esos algos en el aire que nos gustaban tanto, que no arreglaríamos el mundo a punta de chuchadas, sólo siento que debía dejar esta crónica pequeña aquí. Por él, para dejar testimonio de un hombre maravilloso, imperfecto, que dejó una profunda huella en mi alma y al que siempre, siempre, extrañaré como este día.
Adiós don Guillermo. Hasta pronto amigo.

03 julio 2009


A pie

Por Pepa Valenzuela


José me metió en un curso de manejo. Así es que a mis veintiocho, recién estoy aprendiendo a conducir. Sólo había tomado un auto dos veces en mi vida: a los 17, cuando antes de tener que venderlo para sortear una crisis económica familiar, manejé el Fito de mi madre en los antiguos estacionamientos del Parque Arauco (no lo hice nada de mal) y un poquito antes de este curso de manejo, cuando José me prestó su auto (más conocido como LuliLov) en la playa y casi se murió de un infarto cuando partí a tropezones y le metí chala al acelerador. Así decidió que no estaba capacitado para enseñarme de a poquito y me matriculó en una escuela de conductores. Y la verdad, es que no he avanzado mucho. La parte teórica la entendí hasta que pasamos a mecánica. Y ahora, manejando, aún ando un poco torpe y medio bruta para manejar los pedales. Además, no calculo bien cuánto debo virar el manubrio cuando doblo (ni menos cuándo devolverlo a su posición inicial) y transpiro como una condenada al volante. Me pone nerviosa manejar. Y también me enfurece a ratos con los otros, que a pesar del tremendo cartel de En Práctica que llevo encima, me bocinean para que me apure. La verdad es que soy una conductora mochera. El otro día me agarré con un tipo de una camioneta que me bocineó por no arrancar como auto de carrera. Yo le saqué el dedo del medio por la ventana. Y después el tipo se acercó por el lado y me dijo: "rotita". Yo le tiré un rosario de vuelta. Y después le dije al pobre profe de manejo que llevo de copiloto, a lo más Paty Cofré: "Y eso que soy una dama".

En fin. No creo que lo haga bien manejando. No creo que llegue a ser una conductora decente. Tengo mala coordinación y mal caracho. Y además, le tengo muchísimo miedo a esa gente que no puede moverse por el mundo si no tiene un auto a la mano. Yo no quiero ser así nunca. Quizás por eso nunca quise aprender a manejar antes, aparte del hecho que no tengo qué diablos manejar y creo que no lo tendré en varios años más. Mi vida hasta ahora ha sido a pata. A pata y en el centro de esta ciudad. Y eso es algo de mi vida que me gusta muchísimo: caminar por el centro, mirando, escuchando conversaciones ajenas, perdiendo mi tiempo adrede, metiéndome en tiendas y conversando con desconocidos. En el centro, puedo llamar a la Cata y decirle que baje de su oficina para fumarme un cigarro con ella. Conozco a todos los artistas ambulantes del sector y adoro comer sola un dominó mientras sapeo a quienes pasan por la calle. En el centro he visto una de las imágenes más bellas que he presenciado: una niñita boliviana llevando su muñeca en su espalda amarrada con un pañuelo. He comido en la mayoría de los restaurantes y fuentes de soda y no dejo de sorprenderme con las caras del resto. Una de las cosas más fantásticas de este mundo es que ninguna cara se repite con otra. Dios hizo el álbum con la mayor cantidad de laminitas posibles.

El otro día también conocí La Moneda por dentro. Fui a una entrevista de pega para la cual no quería calificar y menos mal, no califiqué. Pero conocí La Moneda por dentro y eso valió la pena: comprobé que no tiene la majestuosidad que creía, que los muebles son viejitos y bien feos la verdad, que la Presidenta no tiene asesor de decoración de interiores, que el personal no se emperifolla a la altura de trabajar en el palacio de gobierno, que los carabineros de ahí son muy simpáticos y de pasadita, que no sirvo para la institucionalidad. Que nunca serviré. El dolor que tenía en la guata cuando pensaba que quizás clasificaría y que tendría que quedarme a hacerle las relaciones públicas a un ministerio, que tendría que vender pomadas y convertirme en una negociante de ideas, me lo dijo. A quién estaba intentando engañar, si en el fondo siento, y perdón que lo sienta, que las relaciones públicas son una traición a nuestro oficio. Es pasarse al lado oscuro de la fuerza por cierta estabilidad y platitas seguras. Es dentro de mi cabeza quijotesca, un acto de cobardía feroz. Nadie mejor que nosotros, los periodistas, sabemos que los que menos necesitan o debieran tener relaciones públicas son quienes más dinero tienen para pagarlas. Que nos toca estar con los otros, los que pesan menos que una pluma y nos necesitan para saber lo que de verdad importa, (y que no es precisamente la autofanfarrea o las cortinas de humo de empresarios, políticos, gerentes, dueños del país). A quién intento engañar: tengo esa ingenua, apasionada y ciega vocación de periodista, convicción de chilena promedio, una ñoña voluntad de justiciera del pueblo. Y por eso inevitablemente siempre seré una persona de a pie.

26 mayo 2009

Habilidades no rentables
Lista de habilidades y competencias. Ante la pregunta ¿qué diablos puede hacer de su vida?, mejor enumerar con qué herramientas una cuenta para esos efectos. Vamos viendo:
1. Sé buscar y escribir historias de no ficción. Realidad pura, en general de gente anónima, desvalida, que pesa menos que un candy en los ámbitos de poder. Por eso me atraen: por su mezcla de vulnerabilidad y autonomìa que deben tener para salir de los hoyos en los que caen.
2. Sé encontrar buenos títulos. Títulos divertidos, con juegos de palabras. Siempre he pensado que La Cuarta debiera contratarme para ello.
3. Sé hacer la manicure a la perfección - excepto la manicure francesa que es un parto. Pero sé hacer bien las manos, sé limar y pintar las uñas y hacer que el esmalte dure varios días. Y tengo un super plus: sé pintar a pulso, florcitas de colores en ellas. Flores pequeñísimas de cinco pétalos.
4. Sé cocinar pollo al vino gracias al marido de mi amiga y sé hacer pebre, guacamole, longanizas con papas cocidas y mi especialidad, salsa de atún para los tallarines. Tambien hago arroz rico. Y no se me pega.
5. Puedo memorizar al callo momentos, escenas y rostros de personas y jamás los olvido.
6. Sé rastrear gente mejor que cualquier detective privado
7.Sé maquillar a la gente y sacarle partido. Y por Dios que me entretiene.
8. Sé bailar danza polinésica y algo de salsa y merengue.
9. Sé escuchar a las personas y fotografiarles el alma de sopetón a quienes recién estoy conociendo
10. Sé patinar rapidísimo en roller y en patines de cuatro ruedas gracias a una infancia de chica roller de la que no conservo ninguna fotografía (nunca le dije a nadie que andaba saltando en rampas. Menos a mamá, la única que tenía una cámara a mano para fotografiarme en esos trotes)
11. Sé pintar en acrílico y hago cuadros con distintas técnicas. Lo único malo es que tengo nadita de tiempo para dedicarme más a eso.
12. Y por último sé que todas estas habilidades mías son no rentables, es decir, que es poco probable que me den una vida a cuerpo de rey o me dejen una vejez digna. Le dije eso a mi novio el otro día. Y él me dijo que le daba igual. Que lo importante era que nos queríamos mucho. Si no me lo hubiera dicho por teléfono, me lo habría comido a besos.

19 mayo 2009

Gente:
Mi vida en Facebook en revista Ya. La primera se llama Un Pequeño Dios
Acá la encuentra y puede postearla.
Hay misterios aquí. Pero deberán resolverlos por ustedes mismos
os quiero

http://blogs.elmercurio.com/ya

22 abril 2009

Cosas de casa
Por Pepa Valenzuela

Recibí su ramo de novia vestida completamente de verde en la fiesta de matrimonio más linda en la que he estado. El ramo cayó justo sobre mis pies y mientras un montón de chicas se peleaban a manotazos por encontrarlo, yo sólo tuve que agacharme, sacarlo del suelo y flamearlo en el aire. La Andrea, la novia más espléndida que he visto, corrió a abrazarme y me dijo al oído que me quería mucho. Nos pusimos para la foto y se coló mi mamá, sonriente y jubilosa de tener al menos una evidencia de que no me quedaría vistiendo santos hasta la eternidad. Ahora Andrea y su marido Pablo, el nuevo hermano que gané con todo esto, planean comprarse una enorme casa en Chicureo. Y a mí por un lado me da una alegría inmensa que cumplan sus sueños en grande. Y por otro, me da pena que sea tan lejos de lo que es y será mi mundo. Pero así es: la gente se casa para elaborar futuros donde al principio sólo caben dos.

La Cata volvió hace poco a República Dominicana, pero esta vez sin mí. Regresó bronceada, descansada y contenta. Pero ahora sigue en la oficina sin ventanas ni luz natural en el centro de Santiago, calculando cosas que yo ni en tres reencarnaciones podré entender. A pesar de que yo haya olvidado por completo las tablas de multiplicar y ella lea nada más que los letreros de señalización del tránsito, creo que es la persona más parecida a mí que he conocido. No por fuera ni por resultados. Tan sólo por las ganas que a ambas nos mueven.

Me invitó a probar comida tailandesa en Providencia y a pesar de que no nos habíamos visto hace más de un año, fue como estar en familia. Nicolás tiene seis años menos que yo, pero unas ganas y una sabiduría que ya se la quisieran los treintones ciegos con quienes a veces me toca relacionarme. También, cree que se va a comer el mundo de dos mordiscos y que es sólo cuestión de tiempo para que le toque. A los quince años, cuando lo conocí, era igual. Y su confianza optimista, me resulta una paradoja. Porque por un lado se me sale la madre, protectora, desesperanzada que hay en mí para prevenirlo por si eso no sucede y por otro, la loca idealista que le dice que sí, sí, nos comeremos el mundo en dos mordiscos, Nicolás. Y todo el resto del mundo, está dopado.

Hace un mes que regresó de Pucón y no para de transmitir con el tema. Que las termas de no sé cuántos, que su amiga Isi tiene seis pinzas distintas para sacarse los pelos, que hay una señora que hace flores de madera, que volvió a las playas donde había acampado de niña con su papá. A sus 62 años, por primera vez mi madre viajó sola con amigas. Esperó toda una vida para entender que aparte del resto, debía hacerse feliz a sí misma también. Y yo, a pesar de la tardanza, me recogijo de verla así, tan independiente y llena de ideas. Porque esa es la madre que yo tuve desde que nací. Una mujer de armas tomar.

Me dice "hombre" y cuando ya es demasiado el amor, "princesa". Me dice por las noches que sueñe con los angelitos y también que pregunto demasiado, como si lo tuviera permanentemente en un interrogatorio. Lo pierdo completamente cuando dan el bloque deportivo en las noticias. También, cuando habla por teléfono con sus sobrinos o sus padres. Y me pide la opinión en todo: si me gusta el sofá nuevo que va a comprar, qué refrigerador le recomiendo para cambiar el viejo, cómo podría rejuvenecer su departamento y qué poleras creo que le quedan mejor. Me pide que le corte las uñas y que le saque cualquier imperfección que tenga en la cara. Y es el único hombre en este mundo al que le hago caso. Claro, sólo en algunas cosas. El resto, sabe que es batalla perdida y creo que a José, de cierta manera, le gusta mi oposición en casi todo. Porque mientras él es privado, dulce, callado, prudente, desprejuiciado, creyente y a ratos tímido, yo me vuelvo más hacia afuera, firme, habladora, imprudente, prejuiciosa, descreída y caradura. Por eso, me preguntaba a veces qué diablos era lo que le gustaba de mí. Y él, muy convencido un día, me contestó: "Todo". Le pedí al menos una excepción y me dio dos: muy enojona y muy garabatera-ordinaria. Qué le puedo hacer. Le di un beso mientras iba manejando y él se limpió de un manotón el brillo labial que le dejo pegado en la mejilla. Así es mi amor con José.