27 diciembre 2007




CUENTA REGRESIVA


Por Pepa Valenzuela






Este año lo recibí en la punta del cerro, con los pies llenos de piedrecitas, rodeada de mis cinco sobrinos, una copa de champán en la mano y con mi Pablo hermoso de tres años muerto de miedo frente a la invasión de fuegos fififiales, como les dice él. Me acuerdo que lloré, como buena cebollenta que soy. Lloré porque el 2006 dejé varias cosas que me importaban: dejé la Zona de Contacto, dejé para siempre libre en el mundo a Camboya, dejé a mi padre en el enjuagándose en el olvido y dejé mi miedo a la cesantía atrás. Me desapegué y despegué para planear bajito. Y ahí estaba: haciendo equilibrio, pero en pie en la cima de una montaña para recibir el 2007. Abracé este nuevo ciclo con optimismo. El 2007 envié la historia de Mohamed hacia un concurso extranjero, partimos a la playa a una cabaña medio roñosa en Isla Negra para fotografiar guatas al sol con Alvarito y cia, con la Caro acompañamos a la Andrea en su proceso de cambio de casa y desapego de esa madre buena para el bronceado que hasta el día de hoy la Andrea protege con su vida, por primera vez celebré mi cumpleaños en un lugar bailable, determiné que me compraría mi propio departamento con mis cuatro chauchas y mi pega de saltimbanqui, que me trataría mi trastorno sonámbulo de una buena vez, que creería en el amor aunque nadie me demostrara lo contrario y me decidí a dar la pelea por este vecindario tan dejadito de la mano de Dios y de la Municipalidad (Sí, sr Alcaíno, si ud no es un flojo de moledera, al menos es un cuico indolente).


Sin embargo, este año no me respondió del mismo modo. En mis manos dejó un gran tesoro al comienzo: el premio por el reportaje de Mohamed que me llevó a Bruselas donde conocí a quince periodistas del mundo maravillosos, y a Paris donde me reencontré con Josesito mi amigo dominicano. Pero después, sólo vinieron huracanes de decepción, relámpagos de quiebres, truenos de amenazas e injusticias paridas desde el mismísimo infierno. El 2007 el Hospital de la UC comenzó su enésima construcción y empecé a escribir con ruidos infernales en mi ventana desde febrero y a dormir a saltos. Nada de lo que he alegado ha servido para que dejen de trabajar a horarios ilegales e insospechados. Este hospital es lo menos católico que hay. Peregriné por la Municipalidad de Santiago, el Hogar de Cristo, instituciones de caridad y comisarias para sacar a los lanzas disfrazados de mendigos que pelean a cuchillazos y mean mi edificio, pero no conseguí ayuda de nadie. Sólo conocer el terror en persona: en septiembre, una tropa de indigentes armados me amenazaran con darme un puntazo si no dejaba de cacarear en su contra. Hasta hoy, salgo semi camuflada de mi casa. El 2007 compré casa, pero al poco tiempo descubrí que la constructora hacía desperdicios que se llovían y se caían a pedazos. Se quedaron con algo de mi poco dinero y un pedazo de mi colon. Después, encontré mi refugio chiquito, que recibiré por estos días. El 2007 también descubrí que la gente se rearma de una patada: al mes de estar separados, Camboya se puso a pololear con una chica que de seguro será la mamá de la tropa de niños que siempre quiso tener. Después del shock inicial, me di cuenta de que la verdadera lección era que una es una egoísta que suelta a la gente, pero con condiciones. También el 2007, perdí definitivamente a mi padre, luego de arduos intentos de que su recuerdo se quedara a mi lado. El 2007 mis amigos, gracias a Dios no los más cercanos, empezaron a casarse, a hacer listas en Falabella y a reproducirse como conejos. Aumenta la brecha y la evidencia de que estoy sola, soltera, en cero. La Cote, mi amiga que vive en NY, dice que no hay por qué preocuparse. Pero la diferencia es que ella vive en NY donde los solteros no son una especie de escoria social, sino los emperadores de la ciudad. "En Chile, la gente se casa y se reproduce", le dije. Ella hizo memoria de su vida en este país católico y pechoño y se quedó calladita el loro. El 2007 buenos amigos se fueron lejos, muy lejos. Tanto, que veces no puedo recordar sus caras. La Andrea está en Nueva Zelanda viviendo con Greg, el novio francés que la ama con locura y al parecer, ya nos ha olvidado, la Arly se casó y se fue a México con su marido, la Carla figura en Toulosse estudiando no sé qué huifas, y la Andrea, estuvo a punto de irse a Oceanía con su novio. Menos mal que el Banco la retuvo con el ofrecimiento de un master todo pagado. El 2007 tuve una sola cita que terminó en desastre: S. era un buen chico, pero tan inmaduro emocionalmente que ni siquiera él mismo entendía lo que le estaba pasando. Yo sí lo supe, aunque me hice la lesa un rato: aún estaba enamorado de su ex. Era tan amorosito el personaje, que podría haber sido su amiga sin complicaciones. Pero S. era tan inmaduro emocionalmente que tampoco hubiera entendido ese ofrecimiento sin segundas lecturas.


El 2007 mi hermano quedó sin pega y ahora se debate entre una oficina que a ratos funciona y otras veces lo deja elevando plegarias a todos los santos. El 2007 supe de la pérdida de un amigo antiguo y se me removieron los recuerdos y las fotos en mi álbum y en la guata. El 2007 me dejó cansada, un poco triste, con mas ojeras y menos fe. Pero una cosa sí sé: estoy viva y sigo escribiendo. Eso debe ser un buen síntoma para tanto aporreo junto.