18 diciembre 2006

Este fin de semana leí todos los especiales habidos y por haber sobre Pinochet. Y me emocioné con tanto dolor de los que no conozco. Y me acordé de algunas imágenes de mi propia infancia corriendo con los ojos cerrados de lacrimógenas por el centro, de la mano de mi nana embarazada de seis meses. También de tres escenas que debí haber escrito en ese momento, pero que se me quedaron atrapadas en el miedo de ver cómo aún queda gente que justifica el asesinato, la tortura y la represión brutal. Cada uno sabe por qué está de qué lado. Y aunque algunos fieles lectores no lo compartan (al igual que muchos buenos amigos que tengo sentados en la otra vereda), no puedo dejar de contarles cuáles son algunos de mis motivos. Aquí, sólo dos recuerdos del horror.
FLORES SIN DIENTES
Juntamos la plata a duras penas. No teníamos un mango en esos años, con suerte nos daban mesada para un helado de agua a la salida del colegio, pero lo hicimos igual. Mis compañeritas de octavo me pasaron la recaudación en una bolsita roja y me nombraron delegada de la misión regalo de despedida. Queríamos comprarle un ramo de flores a la Miss Juanita cuando saliéramos de la básica y nos hiciéramos grandes. Quéríamos darle una sorpresa a la profe que nos ponía apodos, que nos escuchaba como si nuestros rollos no fueran tonteras de cabras chicas, que nos había enseñado a tejer y a bordar - incluida a la Mona, que tenía una dislexia feroz - que nos tapaba los condoros adolescentes frente a inspectoras de alma marchita. Por eso queríamos un ramo lindo, grande, pero también, barato. Así es que esa tarde calurosa de diciembre, partí sola, de jumper y con la bolsita de dinero en mi mochila fluorescente a la Pérgola de las Flores. Un lugar al que jamás había ido. Una feria de claveles, rosas, gladiolos y margaritas donde todos gritaban y me mostraban arreglos colorinches embutidos en esponjas verdes. Yo miraba todo muy seria, preguntaba precios, anotaba y seguía mi recorrido. Hasta que una señora me invitó con la mano a su local. Con la otra, se tapaba la boca mientras hablaba y me enseñaba sus reliquias floreadas. Le pregunté por qué se tapaba si en esta vida había que sonreír. A ella se le aguaron los ojos. A mí también, porque enseguida comprendí que había metido la pata. La señora Gloria destapó su vergüenza y dejó al descubierto una boca mustia donde no había un solo diente. Un hoyo negro donde hacía años no se alojaba una sonrisa. De la mía no salieron más preguntas. Pero de la suya, salió el terror. La señora Gloria había nacido en el campo. Allá donde no había luz, ni agua de llave, ni autos ni televisor. Allá creció cultivando la tierra, corriendo a pata pelada, sosteniendo a una madre que de vez en cuando se enfermaba y caía en cama. Por eso, cuando cumplió 13 años, decidió venir a Santiago a trabajar, a buscar futuro, a soñar en grande. Llegó a la casa de sus abuelos en Conchalí la noche del 10 de septiembre de 1973. El otro día lo pasó embobada mirando los autos que pasaban por su calle, desde la reja de la suya. Pero en la noche, no pudo resistir la curiosidad y salió a la calle a observar los postes de la luz, esos que jamás había visto en su campo natal. Así estaba, prendada de la luz fulminante del foco, cuando una patrulla militar la detuvo por huasa, sospechosa, tontona. Cuando intentó explicarles por qué estaba ahí, mirando la luz, le cerraron la boca de una sola patada. A la pequeña Gloria la llevaron al Estadio Nacional, aunque no sabía de UP, golpes, militares ni política. Le volaron cada uno de sus dientes con golpes de metralletas, patadas y combos. No recordaba cuántos días estuvo ahí, sólo que en su cabeza intentaba cantar lo que su madre le entonaba cuando aún era más niña mientras un ratón se colaba en su entrepierna. La señora Gloria no recordaba cuándo ni cómo la soltaron. Así, sin sonrisas, con la infancia hecha añicos, condenada a la desolación de sus recuerdos. Cuando le dije que yo también tenía 13 años, me dio un abrazo en el que recuerdo que lloré impotente por no poder devolverle un pedacito de su niñez, la misma que yo tenía a esas alturas. Cuando regresé a mi casa con uno de sus arreglos entre las manos y los párpados hinchados, mamá me preguntó por qué había llorado. Ella se acuerda que le contesté: "Porque hasta hoy día no sabía que había tanta maldad".
EL CORAZON DEL SOLDADO
Papá era un hombre sordo. No escuchaba al resto, no compartía ninguna idea que no fuera alguna que ya hubiera pasado por su cabeza, no oía mis historias imaginarias, simplemente no estaba ahí. Papá entró a los 15 años a la Escuela Militar para salvarse de un futuro en el que sus padres ya no podrían costearle la universidad. Aprendió a callar, obedecer, a cuadrarse como una estatua, a soportar las humillaciones de los castigos que lo sacaban a trotar a las 5 de la mañana en medio de la garúa, a tragarse sus pensamientos y a eliminar todos los rastros de sus emociones. Cuando pudo, se retiró del ejército para cumplir sus sueños profesionales. Pero en cierta medida, ya era tarde. Los militares le habían anulado la capacidad de oír y también, de amar sin cordones anudados a la razón. Lo habían dejado de por vida estirando las sábanas de su cama de manera enfermiza, ordenando los calcetines por colores, estirándose como un palitroque cuando no sabía enfrentar sus fugas sentimentales. Papá nunca hablaba de su época de militar, pero yo tenía mis dudas. Unas que se me hizo una necesidad aclarar cuando Pinochet quedó detenido en Londres y volvían a la palestra los degollados, los desaparecidos, los fusilados, los torturados, los fantasmas de un dolor que no sé por qué, quizás porque yo sí sentía, me ardía silenciosamente. Por eso partí a su departamento y encontré a papá como siempre. Meciéndose en su sillón de mimbre con la radio encendida. Sin rodeos le pedí que me contara de su era de soldado. Y luego, le pregunté qué habría hecho si el golpe lo hubiera pillado de uniforme. Por primera vez, papá no esquivó su respuesta. Y me dijo fuerte y claro que él era un militar constitucionalista que tenía corazón suficiente como para no pararse frente a otro ser humano y atravesarlo a balazos. Que ser soldado nunca había sido seguir las instrucciones sin pensar de un asesino en serie. Que las ideas se defendían con palabras, no con el bototo aplastante de la muerte. Ese día me levanté de mi asiento, le di un beso en la pelada y le conté que me sentía muy orgullosa de él. Creo que fue la única vez que se lo dije.
HIJO DE LA FURIA
La mamá de mi amiga era pediatra de hospital público, de ese donde mi nana había ido a parir como una vaca, según sus palabras, a su segundo hijo. De esa maternidad de berridos histéricos y enfermeras indiferentes, la mamá de mi amiga un día volvió más cabizbaja que nunca. Herida, silenciosa, con una mueca de asco en la boca. Así la vimos con mi amiga, mientras jugábamos a las barbies en el pasillo de su departamento. La tapamos a preguntas, pero la mamá de mi amiga sólo nos dio una leche con chocolate y dijo que después, cuando fuéramos grandes, nos contaría esas historias tristes. Y yo decidí esperar todos esos años. Hasta que hace poco fui a ver a mi amiga y a su mamá. Y le recordé esa tarde en que se sacó el delantal blanco con premura, como si nunca más quisiera volver a tenerlo puesto. Lo que dijo la mamá de mi amiga era el mismo terror que escuché a los 13 en la Pérgola. Siempre intuí que su derrota, tenía que ver con ese dolor subterráneo que yo sentía arrasar la ciudad por las alcantarillas. Y no estaba equivocada. La mamá de mi amiga dijo que ese día una mujer con la panza a punto de reventar llegó a la maternidad gritando de dolor y rabia. Bramaba que no quería a ese niño, que no se lo mostraran cuando saliera de su vientre, que lo escondieran, que lo mantuvieran lejos de ella. La mamá de mi amiga jamás había escuchado algo así. No entendía por qué esa mujer odiaba a su crío de esa manera. Pero durante el parto lo entendió claro. En medio de los gritos y los pujes, esa madre lanzó el puñalazo de la verdad. Ese hijo era de un militar. De alguno de los que la violaron mientras estuvo detenida con los ojos vendados, con el pánico susurrante, con los animales que le devastaron el cuerpo y la dignidad. La mamá de mi amiga tomó a ese niño después del parto y contra las peticiones de la madre, se lo mostró. Y dijo que lo que pasó después fue carne y corazón crudos. La madre vio a su bebé y vomitó hacia un lado de la cama. Vomitó dolor, ira, despecho, quizás toda la porquería que le habían incubado sin razones. Y cuando terminó y pudo ver el rostro dormido de su hijo, estiró los brazos para recibirlo y le dijo: "perdóname, perdónalo".

16 comentarios:

Karlo dijo...

Que lastima que tus historias, tan bien contadas (de corazon), no sean hechos aislados, y se repitan, con diferentes matices, pero se repitan en una supuesta sociedad "evolucionada" :(

Salu2 cordiales
Atte Karlo

Anónimo dijo...

Pepa:

Concuerdo con lo que escribió Karlo... q por cierto tiene un blog muy entrete! XD

Q lata que todo lo que escribiste sea verdad y no sean casos que puedan taparse con un dedo... lo mejor es que tienes conciencia de todo lo malo que fue la dictadura de Pinochet...

Ah! tu columna de ayer fue genial! Felicitaciones!

Besos!

Kuky Haindl dijo...

Escalofirantes historias, Pepa. Más porque sé que son ciertas. Quiero decirte que mucha de la gente que apoya a Pinochet y lloró su muerte, no es gente que apruebe esos horrores. Obviamente, siempre habrá gente muy radical que dirá que les faltaron comunistas por matar. Creo que la gente que apoya aún a Pinochet es gente que tenía tal horror al marxismo, a que el experimento de Allende fuera como lo ocurrido en Cuba o la Unión Soviética (nunca sabremos si tenían razón, que prefirió optar a lo que veía como "un mal menor". Muchas veces he escuchado "eramos nosotros o ellos", como argumento para efender las cosas horribles que tú cuentas.
Otra gente, cree que los únicos perseguidos eran comunistas acérrimos o terroristas. Pero, no es así. También hubo gente que no tenía nada que ver. Además, tener un pensamiento distinto al oficial no justifica lo que ocurrió.
Crecí en un ambiente muy tranquilo y, a diferencia de tí, Pepita, yo jamás ví nada. Tuve mucha suerte, lo sé. Para mi familia, Pinochet era quien los había salvado de los horrores del marxismo y me lo pintaban como el héroe que sacó adelante este país. Ya más grande, pude saber lo que pasaba al otro lado de la vereda, como dices tú con gran acierto. Pero, no fui capaz de cruzarla. Porque, a pesar de que condeno las torturas, detenciones, ejecuciones y exilios, no puedo considerar a Pinochet como lo peor que le ha pasado a este país. Porque no puedo olvidar todo lo bueno que hizo por nuestro país, aunque algunos consideren que no. Sé que el progreso material no justifica lo anterior. Por eso, creo que he quedado en la mitad de la calle, incapaz de cruzar a la vereda de enfrente ni de volver a la mía. Talvez a muchos mi postura les parezca cómoda y sé que lo es. Talvez crean que soy una pinochetista renovada o una neo momia. Me da lo mismo.
Quiero decirte Pepa, que lo que escribiste hoy es excelente, emotivo, precioso. Ojalá un día un medio te lleve a escribir siempre así, llegando al corazón. La Pepa del Lun es más graciosa e irónica, pero la de este blog tiene una sensibilidad espectacular.

Willy dijo...

"...llegando al corazón..."
Pues para ti (comentario anterior) debo decir q "ojos q no ven, corazón q no siente" porq si sigues considerando q el tipo hizo cosas buenas, entendiste nada.

Lindo Pepa, me alegra saber de tu potura; honesta y transparente. Espero que lo q escribes sirva de algo más q para delitarse, q haga comprender a la gente como "el fin NO justifica los medios".
Adiu.

Daniela dijo...

Me dio pena. Mucha, porque al final, del bando en que una esté, las cosas pasaron igual, los disparos volaban igual... Yo nací en el noventa, y mi mamá me cuenta que cuando llegó en el '88 de San Carlos (Ñuble, sure pa dentro) a Santiago, fue espantoso para ella pensar que la podían matar en medio de balazos, neumáticos prendidos, militares y terroristas. Sé que fue un período horrible. Murieron familias, Dios! Y por lo demás me da pena también porque mi mejor amiga va a ser mamá de un varoncito... y la situación de la última mujer se contrapone mucho. Me quebré.

No sé. Ahora queda evolucionar. Crecer como personas. Por lo menos a mí no me quedan ánimos de basarme en políticas de "Pinochet v/s Allende". Corresponde avanzar... corresponden muchas cosas... Hay generaciones nuevas. Hay que saber hacer las cosas de ahora en adelante. Hay que hacer muchas cosas...

Un abrazote enorme, Pepaza. De verdad me emocioné mucho con tus textos. =_)

Kuky Haindl dijo...

q bien daniela! me encanta lo q dices, yo cuando supe d la muerte d pinochet pense q eso es lo q va a pasar ahora, q x fin las divisiones quedaran atras. Y ojo, eso no significa olvidar, xq el olvido es peligroso. creo q nuestra generación no tiene xq dividirse x las peleas d otros.

Lucas Fidelio dijo...

Por suerte a mi abuelo no lo atraparon y sólo logré escuchar tus mismas historias. Con el tiempo supe que estuvo a punto que fuera él al que nombraran las noticias.

Anónimo dijo...

Willy

Lástima que tengas que ser tan agresivo con Kuki, una mina que ha sabido reconocer los sentimientos encontrados que le provoca Pin8.

Aunque tiendo más a la izquierda (qué asco clasificarse por términos políticos añejos y heredados), me he dado cuenta de que definitivamente es este sector donde prima la intolerancia. ¿Para qué tanta agresividad? Pin8, es cierto, algo hizo por la economía. Que alguien diga eso no significa que lo idolatre o que no sepa de los DD.HH. Es más, yo asumo el "aporte económico" del innombrable y celebré para callado su muerte.

Mi punto es: ubíquense con el tono. ¿Cómo quieren tolerancia en un país donde una reflexión tan honesta como la de Kuki, donde no cae en improperios ni insultos, reciba de vuelta una descalificación del tipo "no entendiste nada"? ¿Quién de nosotros puede decir que entiende a cabalidad, si ni siquiera fue parte del proceso?

Kuki, bien por ti y tu honestidad y, sobre todo, por no caer en el juego de las descalificaciones.

camafeo dijo...

Nunca había venido hasta acá, aunque mi novia me lo había recomendado tanto. Probablemente me haré un lector habitual.

Historias como éstas las escuché en mi niñez y adolescencia, de boca de mi padre, de gente en la calle, de extranjeros que no tenían ninguna razón para estar en Chile más que el trabajo, y que eran sospechosos de no-se-qué, porque al fin y al cabo todos fueron sospechosos de lo mismo.
Es bueno estar siempre recordando a esta gente, no sabemos cuando gira de nuevo y nos encontramos en situaciones similares.

Un abrazo
Fco.

Unknown dijo...

Que fuerte... nada mas... creo que estaría de mas decir algo...

saludos

Kuky Haindl dijo...

muchas gracias rodrigo x u comprensión. xq yo sé q mi postura es difícil d entender y x eso no ya no me enojo con la gente intolerante q se pone agresiva.

Pepa: de qué hablarás esta semana?

Unknown dijo...

Felicitacione pepa...
debo reconocer que siempre te leo tanto en el blog como en LUN (en internet si, porque no compro ese diario.. jeje) pero nunca te habia dejado un comentario hasta ahora y creo que este tema lo amerita.

Sé que no es bueno celebrar la muerte de ninguna persona...pero lo siento, se murió Pin8 y no puedo ser neutral ante eso.
Salté, grité y canté en mi casa, en plaza italia y en mi alma, porque desapareció fisicamente el símbolo y el líder de 17 años de horrores, brindé y celebré porque recordé a mi abuela y su incansable lucha contra la dictadura y su espera por este día que lamentablemente no pudo ver pero se que estaba con todos nosotros.
Desgraciadamente Pinochet se murió demasiado pronto sin que la justicia lo haya condenado por sus crímenes... solo queda esperar porque la historia lo juzgue y que a mis hijos y nietos en la escuela les enseñen que Augusto Pinochet fue un dictador, un asesino y un ladrón... quien jamás hizo un gesto por lograr esa reconciliación con la que tanto se llenan la boca la derecha y la concertación.
Si hiero susceptibilidades lo siento, por otro lado comprendo el dolor de la familia de Pinochet por perder a un ser querido, pero no creo que se pueda igualar al de las madres, padres, hijos, hermanos que no saben qué pasó o dónde están los restos de sus seres queridos. En fin...esa es parte de mi posición y no podía reprimirla.

Saludos Pepa.

Unknown dijo...

Por youtube encontre un videito de nuestro "ex presidente" que estaba en contra de la dictadura y que lugo fue nuestro primer presidente en democracia... ¿o no?

despues que lo vean se daran cuanta como la gente se logra dar vuelta la chaqueta con una facilidad increible... juzgenlo ustedes mismos.

http://www.youtube.com/watch?v=DWvehyxPTYU

Saludos Pepa.

Anónimo dijo...

Pepita... me dio tanta pena la historia de la señora de las flores
lo que me da tristeza es pensar que exista gente tan podrida... DIOS QUIERA ninguna persona vuelva a pasar por esto.

Anónimo dijo...

Pepita!

Feliz navidad =)
que lo pases super con las personitas que más quieres... incluso recordando a tu papi qe está en el cielito :)


Besos!

Camila :D

Otra_Karla_Mas dijo...

esto es tan generalizado..tengo tantas historias como las tuyas y las guardo para mí...claro, yo no viví esto porque soy una "hija de la democracia" pero me las guardo por que siento que son parte de mí historia personal y trato de revivirlas imaginariamente para que el horror que me provocan no me deje permitir que esto vuelva a suceder. es difícill hacer borrón y cuenta nueva...incluso para mí que no estuve allí.